
El escenario global del mercado lanero atraviesa un momento de marcada cautela y desafíos, con una rentabilidad que preocupa a los productores y la creciente necesidad de adaptarse a nuevas exigencias sin ver un correlato en los precios. Esta es la percepción principal que se desprende del 89º Congreso Anual de la Federación Internacional de Textiles de Lana (IWTO), celebrado en Lille, al norte de Francia. El Lic. Joaquín Martinicorena, productor ovejero salteño participó del evento y compartió algunas de sus reflexiones sobre el pulso actual del sector.
Martinicorena indicó que esta edición del congreso congregó a 270 participantes entre productores, industriales, exportadores e investigadores de distintas partes del mundo y que el mismo se realiza anualmente, rotando de sede y el año próximo el punto de encuentro será en China. Uruguay tuvo una nutrida delegación, con la presencia del presidente del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), Tec. Agr. Alfredo Fros, el Ing. Agr. Ignacio Abella, técnico de la institución, además de representantes de las empresas laneras y exportadores.
Baja rentabilidad y cautela
Martinicorena indicó que «a no ser Sudáfrica, todos los demás productores de lana están disminuyendo» su producción, una tendencia que vinculó directamente con la baja rentabilidad de los últimos tres o cuatro años, especialmente marcada «después del COVID». Países como Australia enfrentan «un encarecimiento de la tierra muy alto y también de los costos laborales y otros costos asociados a la producción que hacen que la rentabilidad sea muy baja», una situación de «competitividad» similar a la de Uruguay.
Los productores sienten una presión creciente sin la recompensa económica esperada. Martinicorena transmitió que el sentir general es que «cada vez nos exigen más, pero no nos pagan más. O sea, exigen más trabajo, más certificaciones y recibimos la misma paga por el kilo de lana». Esto genera la necesidad de cumplir «más requisitos para poder vender el producto», a pesar de las cualidades intrínsecas de la lana.
El enlentecimiento del crecimiento en economías clave como Europa y China, sumado a la «guerra de aranceles o tarifaria que hay con Estados Unidos», crea un escenario de incertidumbre. Martinicorena mencionó la iniciativa china «Belt and Road» como una estrategia para buscar acuerdos arancelarios y sortear estas tensiones. Sobre este complejo panorama, ilustró: «es como que se están acomodando en el cajón las manzanas».
Dado que la lana es una «fibra de lujo, de delicatessen como quien dice, de nicho», su consumo se ve directamente afectado cuando las economías no crecen sólidamente. En esos contextos, «la gente cuida más los gastos» no esenciales. En este contexto, el congreso no vislumbró «grandes cambios en lo que es el mercado» a mediano plazo.
Certificación y finura
Dentro de los temas técnicos y comerciales, una noticia positiva para Uruguay fue la aprobación de una propuesta presentada por la investigadora Karina Demaría del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU). Martinicorena explicó que la medida de la lana en Uruguay requería además del Laser Scan, un testigo de Airflow, lo que encarecía el proceso. «Ahora la propuesta es que dada la precisión del láser escáner, que se acepte ese tipo de medidas», lo que se espera agilice y reduzca los costos en el LATU.
Respecto a la calidad de la lana, surgió la pregunta sobre si seguir afinando. Martinicorena compartió un diálogo con un productor australiano con líneas de 16 y 18.7 micras. Si bien la lana ultrafina (16 micras) es un nicho, este año la línea de 18.7 micras «le dio más dinero que la otra línea». Además, aunque las lanas más finas han «emparejado» precios en Australia, las que «subieron de valor son las lanas de 18, 19, 20 y 21 micras comparado al año pasado». La demanda mundial en grandes volúmenes se concentra entre las 18 y 20 micras, siendo el «corazón» del consumo masivo.
Lo que sí parece ser un camino claro es la certificación. «El productor que tiene certificación vende antes que la lana que está sin certificación y recibe el premio», afirmó rotundamente. La certificación se perfila como la herramienta clave de diferenciación.
La sorpresa de los cruceros
Más allá de la vestimenta, que históricamente concentra la mayor atención, el congreso puso foco en la exploración de nuevos mercados, especialmente para las lanas más gruesas (30 micras y superiores), que son más accesibles en precio. Se presentaron ideas para interiores y construcción, pero un nicho destacó particularmente: la industria de cruceros.
Martinicorena describió esta oportunidad con detalle: «Hay toda una industria que mueve billones de dólares, que son los cruceros, los barcos duran cinco años y después los reacondicionan, los actualizan y bueno, todo lo que son las alfombras de alto tránsito desde los cuartos hasta la sala de casino, los comedores en los barcos es toda hecha con lana». La razón detrás de este uso intensivo de lana es técnica y ambiental: ayuda a «bajar el nivel de emisión en la medición de la huella de carbono de la industria de los cruceros». Este es un nicho significativo, a menudo «perdido de vista», que utiliza lanas gruesas «de 30 para arriba, que son muy accesibles en precio».