Nos vimos en las urnas
Por Andrés Merino
A ver si se entiende: hubo Elecciones Nacionales; el Parlamento se renovó y los uruguayos eligieron nuevos partidos políticos en el gobierno y nuevo Presidente de la República. Luis Lacalle Pou y una coalición de partidos que lo respaldan estarán al mando los próximos cinco años.
El Frente Amplio, luego de perder la elecciones, será oposición, pero del poder se van, como tantas veces lo expresamos en esta columna.
Se concentraron en gobernar en contra de las mayorías, no poco error. El hecho de respetar a las minorías y tender puentes hacia ellas no significa agredir a todos los demás ciudadanos: a los que trabajan, a los que pagan todos sus impuestos, a los que viven encerrados tras sus propias rejas, a los que estudian a veces contra viento y marea para salir adelante, a los que intentan mantener los valores familiares y sociales, a los que no buscan el atajo del delito, a los que desprecian a las dictaduras y a sus asociados, al verdadero guapo que se levanta a trabajar ( como dice la canción), a los que respetan….
Pero a estos populistas se les trancó la brújula, y luego de administrar mal los dineros ajenos durante quince años ahora deben de dejar sus cómodas posiciones muchos de ellos y salir a trabajar.
No me referiré hoy al desgobierno saliente, pues de ponerlos en su lugar ya se ocupó la gente con su formidable arma del voto, y al final, como profetizara Vázquez, nos vimos en las urnas. Me preocupa que la coalición entrante y sus protagonistas entiendan bien el mensaje y mandato de quienes los ponen en el gobierno. Es un mensaje claro, de una sociedad ya cansada de retroceder como el cangrejo. Los marxistas y sus asociados son especialistas en poner palos en las ruedas, en descomponer a una sociedad, y si no se actúa con la consiguiente firmeza, cualquier gobierno democrático y liberal políticamente corre riesgo de quedar empantanado.
Con debilidad y temor de no ser políticamente correcto con estos nenes no se debe actuar.
Cerca tenemos el ejemplo que dejó Macri, a pesar de que un 40 % del electorado lo terminó respaldando, más de los que lo hicieron cuando resultó electo en medio de gran expectativa. Lo cierto es que por ser gradualista, en gran medida contemporizador, terminó perdiendo las elecciones y posibilitando la vuelta al poder del grupo K.
Aquí hay mucho por hacer y hay mucha cosa urgente que atender, y la mano blanda es lo último recomendable para una sociedad degradada como la nuestra. Eso no significa desbordes de ninguna especie, sino la aplicación de la autoridad lisa y llana en todos los ámbitos: económico, social, educativo, convivencia ciudadana, etc.
Hay una situación fresquita de tan sólo ayer: Desde Venezuela, Diosdado Cabello, un matón corrupto, socio de Maduro, devenido en Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, atacó directamente a la figura del Presidente Electo de Uruguay en forma agresiva, chabacana y destemplada. Pues bien, si este humilde columnista estuviera en los zapatos del Dr. Lacalle, no dudaría un minuto en romper relaciones diplomáticas con el gobierno gorila (con perdón de tan nobles animales) venezolano la semana que viene.
Mantendría sí las relaciones comerciales con la esperanza de rescatar algún dólar de los productores uruguayos que cayeron en el lazo de vender sus productos garantizados con «pagariolas» del régimen chavista. Asimismo mantendría las relaciones consulares en atención a los miles de venezolanos que huyen despavoridos del paraíso socialista y buscan refugio en nuestro país; una manera de reconocer la generosidad venezolana en Democracia hacia muchos uruguayos que se radicaron allá.
Como dije: es hora de mano firme en muchos ámbitos, y aplaudo la señal del Presidente Electo de no comulgar en su asunción con dictadores que avergüenzan a nuestra América. Es a mi gusto, el camino a seguir.