Padre Martín Ponce
De León
Al final de sus días, según los relatos evangélicos, Jesús se fue a la casa del Padre.
Era un sentimiento religioso propio de su tiempo el que aquellas personas que había realizado una vida trascendente, luego de su muerte, era llevado al cielo.
Los evangelios quieren mostrarnos esa realidad de Jesús.
Lo suyo no se detuvo en enseñanzas profundas de humanidad sino que quien opta por un estilo de vida como el suyo no finaliza su existencia con la muerte sino que continúa su existencia junto a Dios.
Lo humano, en Jesús, es tan intenso que se prolonga en la comunión con lo divino.
Lo suyo no concluye con la muerte y resurrección sino que tiene una postrer enseñanza para brindarnos.
Lo suyo concluye en el cielo. En la plenitud de lo divino.
De allí provenía. Hacia allí se dirige.
Después de haber trabajado incesantemente por la construcción del Reino de Dios concluye su realidad en la plenitud de ese Reino.
No pretende otra cosa que mostrar el camino que espera a aquellos que, con amor y gozo, siguen sus pasos.
El destino del ser humano no es otro que retornar a su origen.
Ha salido de Dios y debe retornar a Él.
Para ello, Jesús se hace “nuestro camino”. Lo suyo siempre nos conduce a la plenitud.
Pero para poder hacer nuestro lo de Jesús debemos optar por ese camino que Él nos enseña con su estilo de vida.
No es un camino que podemos transitar ubicándonos de espalda a la realidad de nuestros hermanos ni encerrados en la aparente seguridad de un templo.
Jesús hizo de su vida un salir y vivir a la intemperie sin dejar de tener en cuenta todos los riesgos que tal cosa implicaba.
Supo vivir a la intemperie y ser coherente con ello.
Hizo de su vida un encuentro constante con aquellos que tenían necesidades y acudían a Él en busca de una solución.
No temió ponerse, en varias oportunidades, al margen de la religión de su tiempo con tal de demostrar que ella había perdido lo más importante que era el amor al prójimo.
No temió dejar de lado principios y costumbres con tal de demostrar que la persona del otro es más importante que la letra de algún principio o norma establecida.
Lo criticaron, lo censuraron y lo persiguieron pero Él supo vivir en coherencia con lo que proclamaba y así nos mostró a Dios pleno de misericordia para con el otro.
Por su coherencia supo ganarse la ida al cielo y mostrarnos un camino pleno de certezas.
Jesús es un camino seguro y su vida así nos lo demuestra.
Para ser plenamente personas y, por lo tanto, plenamente felices, Él se nos presenta como opción de vida.
Podría imponerse pero, al igual que el Padre Dios, se nos muestra para que en el uso maduro de nuestra libertad optemos por su estilo de vida.
Cuando nos acercamos a profundizar en su vida nos encontramos con alguien que es profundamente humano.
Vivía a Dios intensamente y por ello siempre dispuesto a dar una mano a quien le necesitare.
Todo lo suyo no es otra cosa que una acabada lección de amor hecho cercanía.
Vive el amor yendo al encuentro de los demás. Vive el amor brindando a los demás lo mejor de sí. Vive el amor hasta, en su cruz, mostrar cuanto es capaz de amar
El suyo es un amor realista y cargado de demostraciones.
Es suyo es un amor que no se detiene sino que siempre está en actividad y crecimiento.
Por todo ello es que lo suyo no termina aquí sino que se dirige a la casa del Padre porque ese es el destino de todo aquel que vive lo que Él.
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