sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

Con los ojos en el cielo

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Dicen que el tren de las oportunidades pasa una sola vez y no vuelve a pasar, que es como el agua de un arroya, nunca es la misma, y he comprobado que es verdad, que se da en muchos casos por eso digo que es verdad.
Porqué aseguro eso, y es razón del escrito de hoy. Me llama en familiar que vive en el Sur y me comenta se sabía del libro que tiene el título de “JACHU con los ojos en el cielo”. Le dije que ni lo conocía. “Lo escribió Daniela Gastaldi y si tenía la oportunidad, que no lo dejara de comprar, porque me iba a gustar.
Se me cuadra ir a una librería muy chiquita, y veo el libro, me acordé del tren, y pensé que era la oportunidad y la aproveché. Me enteré quien era la autora y me tomo el atrevimiento de reproducirles a ustedes, parte del mismo, porque sé que no voy a tener inconveniente alguno.
Jachu, integraba una familia en la cual eran 8 hermanos y su nombre es Jacinta y para ubicarlos a ustedes mejor, les copio la introducción del libro:
“Cinco panes y dos peces, eso traía el niño que estaba escuchando a Jesús, junto con la multitud. He visto a lo largo de estos años cómo Dios se vale de cosas que uno hace, muchas veces hasta sin querer, para tocar a las almas. Solo por compartir algo de lo que estamos viviendo con nuestra hija, tantas personas descubrieron la fe, o encontraron la paz o el dulce consuelo de Dios. Yo me admiraba del actuar de Dios y soy testigo de cómo por medio de un gesto, una palabra o una canción, hace maravillas. Resulta evidente que somos instrumentos y, a través de lo más insignificante, Él hace en un alma los más grandes milagros.
Muchas veces vi multiplicar las gracias a mi alrededor. Ser testigo de esto me enseñó a compartir, a no guardar para uno lo que puede servir a otros. He decidido contar la historia de Jacinta, una de mis hijas, porque comprendí que este testimonio puede ser como los cinco panes: es todo lo que tengo, pero es todo suyo; que Jesús haga el resto.
A raíz de la enfermedad de Jacinta, cuando mi corazón y en mi mente solo importaban las esenciales, porque todo lo superfluo, lo banal, se habían alejado, cuando el dolor te frota el alma, se silencian los ruidos del mundo y empiezas a escuchar la voz de Dios que te guía, te ayuda, te consuela. “Vengan a mí, que yo los aliviaré”…….Este alivio es cierto, es real, solo hay que dejar que Él lleve contigo la cruz, solo hay que poner los ojos en el Cielo.
Dedico estas páginas a todos los que rezaron por “Jachu”….
¡Gracias!”
Jacinta tenía 8 años cuando le diagnosticaron Sarcoma de Ewing y nos abandona, físicamente, con 11 años. No quiero aburrirlos a ustedes con los escritos que tienen el libro, escritos por esta gran jovencita, su amor y lo más importante la aceptación, sabiendo lo difícil y complicada que es esta enfermedad.
Lo que más me duele es que me demuestra la falta de fe que tengo o que me falta. Me duele tener que aceptar el no saber mirar el cielo la entrega que ayuda y alivia y lo peor que nos puede pasar es el no saber abrir el corazón a los demás, ya que es mucho más fácil guardar, masticar y digerir, internamente los problemas que sabemos que nos pueden dar una mano gente que uno conoce y sabe que con unas palabras me van ayudar a llevar la cruz que Dios me dio.