Se extraña la guinda. Se extraña verla rodar por el césped, las matas y la tierra de nuestros escenarios deportivos. También añoramos el fútbol de las grandes ligas continentales, ese que miramos por distintos canales de televisión y que nos roban algunas horas semanales sentados en el sillón.
Sabemos que esos torneos tienen los medios para reinstaurarse fácilmente una vez todo esto vuelva a la normalidad. La pregunta es, ¿qué pasará con el fútbol salteño?
Es una pregunta que desde hace unos días resuena en mi cabeza. Porque el contexto no es alentador para nadie en la sociedad toda. El inicio normal de la actividad local está sujeto a muchas variables, por pensar algunas: la definición de Campeonato Nacional de Selecciones que tiene a Salto en ambas categorías (se rumorea que se jugarán las últimas llaves a fin de año), la cantidad de semanas del año que queden disponibles para la organización del calendario deportivo y, lo más importante, qué tanto poder adquisitivo tendrá el salteño para poder ir a la cancha.
Ollas populares se hacen en las distintas sedes para brindar de forma solidaria un plato de comida a aquellas familias que están pasando un momento complicado. La economía estancada dada la reclusión de gran parte del país, evitando la propagación del virus, conlleva a que muchos laburantes estén hoy en el seguro de paro. Por suerte la empatía no nos es ajena y el país todo está moviéndose para contener a aquellos más vulnerables. Y con este término me quedo… Vulnerable.
La Liga Salteña tendrá que desde ya pensar a mediano plazo, y, tal vez, a largo plazo inclusive. Porque es un hecho que el calendario deberá ser más apretado, con una organización especial, como también es un hecho de que la concurrencia a los escenarios deportivos puede que no sea la misma que en años anteriores. Esta nueva realidad económica que se está gestando golpeará el poder adquisitivo del espectador promedio. Muchos equipos, así como la Liga misma, tienen como buena parte de sus ingresos la venta de entradas… ¿se tendrá en cuenta que muchos de los que hasta noviembre iban al estadio, este año se lo pensarán dos veces antes de salir de su casa el fin de semana? Y eso podrá determinar un efecto dominó que afectará directamente a todos los clubes, sobre todo los que están más abajo.
También puede que repercuta en la interna de las distintas instituciones. Sabido es que muchos jugadores trabajan en distintos servicios en horario diurno, antes de irse a practicar por la noche, a la correspondiente cancha que el club en donde juegan utiliza. No está lejos que muchos terminen necesitando de “algún peso” más del club para poder llegar a fin de mes. O, directamente, terminen trabajando más horas y entrenando menos, repercutiendo esto dentro del terreno de juego. Claro, estas realidades la viven mucho más los equipos de la “B” y “C”, que no tienen los ingresos necesarios como para remunerar a sus jugadores adecuadamente.
Pero la idea de esta columna tampoco es la de ser fatalista. Sólo prever un escenario que no será tan agradable y que traerá obstáculos grandes que no sólo deberán sortearse a nivel institucional para que la pelota vuelva a rodar, sino que será también responsabilidad de todos como ciudadanos de superar la pandemia y volver a reactivar la economía, a sabiendas que estamos en el tercer mundo y que recursos no nos sobran. Como vi por ahí en redes sociales, “Pagaría $500 para ver un Huracán – Defensor”. Que ese deseo nos mueva a todos y logremos que a partir de junio todo sea como si nada hubiera pasado. Por lo pronto, quedate en casa.
Adrián Canosa