Por el Dr. Pablo Perna
Hasta 1884 José Gervasio Artigas no tenía rostro, en virtud que había muerto sin que nadie le haya sacado una fotografía o autorretratado joven o maduro. La única imagen real que existe de nuestro prócer es un dibujo a lápiz realizado por un médico y explorador francés Alfred Demersay. El dibujo es cuando Artigas tenía más de 80 años, por lo que se muestra a un hombre anciano, encorvado, calvo y sin dentadura. Claramente esta figura chocaba con la imagen ideal del padre de una joven Nación, motivo por el cual el Senado de la República contrata los servicios del retratista más importante de esa época, Juan Manuel Blanes.
Blanes basándose en el dibujo original del francés, realiza varios bosquejos en carbonilla, pero lo modifica a su ideario, por lo que hace a un hombre rejuvenecido, embellecido, viril, fornido y serio, resumiéndose en su famoso oleo llamado: “General Artigas en la ciudadela”. Recibió varias críticas, algunos sostuvieron que era “horrible”, «parece de hielo», “sin expresión”, titulaba la crónica de la época: «Algunos quieren que se reproduzca y otros piden que se queme». Pero Blanes ante la crítica sentenció: “Este óleo sin duda se parece tanto al célebre caudillo como un huevo a una castaña, pero yo no soy historiador sino artista”.
Lo cierto es que hoy el rostro que conocemos de Artigas y que se encuentra en los billetes, estatuas, bustos y retratos, nada tiene que ver con la realidad, sino que ha sido el resultado del trabajo imaginario de un artista.
Blanes ha marcado a fuego nuestra orientalidad, no solamente por haberle dado rostro a nuestro prócer, sino también por haber pintado grandes momentos históricos de nuestra joven nación, como el famoso “Juramento de los treinta y tres orientales”, la jura de la Constitución, la rendición de la Batalla de las Piedras, a Máximo Santos, entre otras batallas icónicas. Fue contratado por el Presidente Lorenzo Batlle para que retratara a su antecesor Venancio Flores, y lo que hizo fue pintar diferentes versiones del momento en que lo asesinan. Retrató a la figura del gaucho sin igual, así como también a Generales y a familias pudientes del Río de la Plata.
Pero el retrato que no tiene igual, ha sido el de María Carlota Ferreira, señora de carnes generosas, con robustos brazos y con lujosas vestimentas y joyas, que vivió en una época en Salto, al igual que Blanes. Pero más interesante ha sido la historia detrás del cuadro habiendo enviudado de su esposo. Regunaga, acude a Blanes para que le realizara el retrato de su difunto esposo, comienza de esta manera un romance entre ambos. Pero en 1886, Carlota se enamora del hijo menor de Blanes, Nicanor de 26 años, se llevaban 22 años, por lo que se escapan a Buenos Aires y se casan. Duró el matrimonio 6 meses, por lo que Nicanor decide viajar solo a Europa y nunca más se supo de él. Blanes ya viejo, trata de encontrar el paradero de su hijo, por lo que viaja en su búsqueda, pero jamás pudo saber más nada de él, muere en el intento en Pisa- Italia en 1901.
¿Por qué escribimos hoy de Blanes?, por el descubrimiento de una nueva obra del “maestro” que se encontraba perdida y que será exhibida la próxima semana. La pintura corresponde al retrato del Teniente Coronel Belinzon, quien fuera en 1883 Director de la antigua Escuela de Arte y Oficios, hoy la actual UTU. Blanes al igual que sus dos hijos Nicanor y Juan Luis, este último fallecido joven por ser atropellado por un carro, ambos también artistas, colaboraron en dicho Instituto. Hoy la UTU se encuentra en reforma de su museo y realizando una revalorización de las obras que existían en algunos de sus salones, se encontraron con dicho óleo, que no tiene firma, pero luego de haberle realizado diferentes estudios, concluyeron sorprendentemente que su autor fue Juan Manuel Blanes.
En virtud de este excepcional hallazgo de otra obra de quien fuera llamado el “pintor de la patria”, queríamos refrescar pedazos de historias criollas en nuestra columna de los viernes.
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