La histórica relación de precios, entre una vaca gorda y una vaca preñada, ha llevado a que el productor adopte decisiones productivas con el objetivo de alcanzar el sostén económico tanto del predio, como de la propia familia. Recientemente se lanzó el programa Procría, que busca levantar los niveles de procreos, sin embargo, hay productores que entienden que se debe llevar adelante la combinación de herramientas financieras y tecnológicas para acompañar cualquier cambio productivo estructural.
El expresidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Ing. Agr. José Bonica, señaló que, en otros países existe una relación de precios entre la vaca preñada, la vaca gorda y el novillo que hace que los productores "se orienten y que sea un muy buen negocio tener vacas muy fértiles".
Ese encadenamiento de valores genera incentivos claros para priorizar la reproducción y la eficiencia reproductiva del rodeo. Sin embargo, afirmó que en Uruguay esa relación de precios no se verifica con la misma intensidad, "es buen negocio tener una vaca preñada, pero una vaca fallada no es tan mal negocio". Bonica dijo que esto es una realidad tangible del mercado local, "no estoy emitiendo una opinión, es una realidad" afirmó.
Desde ese punto de vista, las decisiones de manejo y de inversión en la cría están condicionadas por los retornos relativos que ofrecen las categorías animales y por la dinámica de precios al momento de la comercialización. En su lectura, si los valores internacionales suben y la demanda externa por terneros y carne cambia, es posible que las expectativas sobre las relaciones de precio varíen y con ello se potencien las señales del mercado para priorizar una mayor fertilidad del rodeo.
Limitantes estructurales
Entre algunos productores existe la preferencia por reservar una proporción de hembras falladas para asegurar el flujo de caja, ejemplificada en una frase recurrente en el norte del país: "prefiero tener 30 vacas falladas para mantener el camioncito que me garantiza la plata durante el año".
Bonica reconoció la validez de esa lógica como una verdad que habrá que renovar: la sostenibilidad financiera de la familia productora condiciona la adopción de cambios de manejo. "Bueno, eso es una verdad, pero hay que renovarla. Afortunadamente, renovarla", dijo, y planteó la necesidad de buscar herramientas que sustituyan o atenúen esa conducta cuando no sea deseable desde el punto de vista de la productividad.
En ese terreno, Bonica mencionó la posibilidad de que servicios financieros más accesibles actúen como un mecanismo para facilitar la transformación de la estrategia: una mayor disponibilidad de crédito o instrumentos que permitan sostener la explotación mientras se espera el valor agregado del ternero podrían favorecer que el productor opte por preñar en lugar de faenar hembras para mantener liquidez.
"Cuando hay cosas que andan bien, los servicios financieros están más accesibles. Esa podría ser una solución, porque en vez de vender la vaca gorda antes puedo esperar a vender el ternero. Preñarla para vender el ternero un poco más tarde", explicó.
Condiciones para el cambio
Bonica insistió en que la tecnología existe y que su difusión y adopción es condición necesaria para que las mejoras reproductivas se traduzcan en resultados concretos. "Ahora sí, tecnología hay. Tenemos que asegurarnos que se transfiera, que todos los productores la tengan. Eso es cierto. Y después que se den las condiciones para que esa utilizada esa tecnología, para que valga la pena", afirmó.
Bonica remarcó que el mercado será el que marque el ritmo de cambio, pero que la tarea de los agentes técnicos y de las políticas públicas debe apuntar a crear las condiciones para que ese cambio pueda implementarse sin poner en riesgo la estructura socioeconómica de las explotaciones familiares.

