La segunda guerra comercial entre Estados Unidos y China ya no es una amenaza latente, sino una realidad firme y más difícil de revertir que los nuevos aranceles que la administración de Donald Trump empezó a aplicar desde hoy a varios de sus socios comerciales.
Tras acumular un 104% en gravámenes sobre productos chinos, el gigante asiático reaccionó con una represalia del 84% sobre las compras provenientes de EE.UU., medida que entrará en vigencia mañana.
Además, impuso restricciones a compañías norteamericanas que operaban en su territorio, incluyéndolas en una lista negra que prácticamente las deja fuera del mercado chino.
A esto se suma un panorama global aún más complejo: el desplome de los precios del petróleo, la caída de los principales índices bursátiles, la decisión de la Unión Europea de responder con un arancel del 25% a importaciones por 21.000 millones de euros, y la devaluación del real brasileño frente al dólar, lo cual favorece a los productores de ese país que están finalizando su cosecha de soja. En este contexto, los precios de la oleaginosa en la bolsa de Chicago oscilan sin una dirección clara.
En ese marco de incertidumbre, empieza a debatirse cuál será la superficie que destinará Estados Unidos al cultivo de soja para la campaña 2025/2026.
Según el USDA, el 31 del mes pasado se estimaron 33,79 millones de hectáreas, un 4,14% menos que los 35,25 millones del ciclo anterior.
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