Por Pablo Perna
Este mes se cumple tres años que Uruguay dio auxilio sanitario a los tripulantes del crucero australiano Greg Mortimer, en pleno auge de la pandemia del covid-19; cuando todo el mundo cerraba sus fronteras no permitiendo el arribo de ninguna persona, menos de extranjeros, Uruguay le extendía la mano. Viajaban 217 personas, de los cuales el 70 % se encontraban contagiados; habían intentado atracar en varias ciudades en las que se negaron a ayudarlos, entre ellas las Islas Malvinas del Reino Unido.
Ante todo pronóstico adverso Uruguay toma la resolución de ayudarlos, por lo que le otorga asistencia médica y el traslado de los pacientes más graves a tierra, logrando más tarde que sus pasajeros provenientes de Estados Unidos y de Europa, volvieran a sus países. Todos recordamos el cordón sanitario realizado desde el puerto hasta el aeropuerto, donde el pueblo los saludaba con banderas uruguayas a sus pasajeros emocionados, la sábana blanca colgada en el barco donde escrita a mano decía “Gracias Uruguay”, y al extranjero que antes de partir se arrodilla a besar al suelo en señal de gratitud. Estos hechos de solidaridad y humanitarismo inspiraron hasta la realización de una película titulada: “Greg Mortimer: en busca de una tierra solidaria”.
Lamentablemente Uruguay no siempre fue así, tuvimos épocas negras en la que fuimos amigos de Adolf Hitler, permitiendo que el fuhrer invirtiera en nuestro país en obras que aún perduran, como la represa Hidroeléctrica del Rincón del Bonete. En 1932 aprobamos la “Ley de indeseables”, que establecía rigurosos controles para que extranjeros ingresaran a nuestro país, entre ellos la prohibición de ingreso de personas con enfermedades físicas y mentales.
El presidente Terra en uno de sus discursos decía: “El gobierno de la revolución ha prestado al país un enorme servicio, devolviendo al país de origen a 400 maleantes, ladrones, asesinos y proxenetas, y a 365 inadaptados, inútiles para el trabajo que infestaban nuestras ciudades vendiendo baratijas…”. En otro discurso manifestó que se opondría a que “nuestro territorio” vengan “todos los desperdicios humanos, sin pensar que nos estábamos convirtiendo en una cloaca de degenerados procedentes de todas partes del mundo… que vienen a poner en peligro la salud de nuestra raza”.
Baldomir sucede a Terra en 1938, pero sigue con la misma política, encrudecida luego de la noche de los “Cristales Rotos”, donde aumentaron los refugiados judíos que pedían ayuda ante su eminente asesinato. Uruguay prohíbe a sus cónsules expedir visa a extranjeros provenientes de Viana, Turín, Nápoles, Roma, Brúcela, Ámsterdam, Zúrich y Zagreb, lo que significaba que los judíos en peligro no pudieran obtener la autorización para ingresar a nuestro país. No obstante lo narrado, durante el Gobierno de Terra y Baldomir, se admitieron a más de 9.500 judíos refugiados y se estima que se rechazaron a no más de 1000 judíos; este hecho nos permite pensar que aun en épocas oscuras de nuestra historia, subyacía la voluntad de un pueblo solidario.
A más de 80 años de que Uruguay practicaba políticas de expulsar a “indeseables”, un Canciller que pertenece a la misma colectividad política de los dictadores mencionados, se cobra la revancha en demostrarle al mundo nuestra verdadera esencia. Por ese motivo es que hay que revalorar y recordar siempre el gesto heroico que ha tenido en su momento Ernesto Talvi en épocas de crisis mundial, en virtud que otros en su lugar jamás sabremos si hubiesen tenido la misma hidalguía, ímpetu y la estatura moral para haber tomado tan humanitaria resolución que nos ha enorgullecido a todos.