Por el Padre Martín Ponce De León
Hace unos días, al concluir la eucaristía de esa jornada y salir al frente del templo escucho que me llaman.
“Venga que esta gente quiere hablar con usted” no era un pedido ni una sugerencia. Era una orden y la acaté.
Me explican lo que querían hacer. No necesitaban ni de mi permiso ni autorización.
Me dicen que al día siguiente estarán por la parroquia para hacerle unas fotos a uno de los personajes de la ciudad que desde hace nueve años vive en la parroquia donde me encuentro.
Toda ciudad tiene sus personajes y él es, sin duda, uno de los pocos que van quedando. La historia ya se encargará de hacer surgir alguno más pero, en estos momentos, es de los pocos que van quedando.
Su casi toda su vida en la calle, su particular manera de andar transitando toda la ciudad, su costumbre de utilizar una de sus manos como micrófono para transmitir eventos que son de la realidad pero que él se encarga de transformarlos desde su frondosa imaginación, su ser respetuoso con todo el mundo y su inocencia y honestidad le han transformado en un personaje de la ciudad.
Todos lo conocen y saludan. En oportunidades reciben un saludo como respuesta y, muchas veces, su silencio. Le agrada ser él quien tome la iniciativa de un saludo y no que sea él quien recibe el saludo.
Recuerda e identifica a los dueños de los autos con increíble memoria. Sabe de ocupaciones y simpatías deportivas de muchísima gente.
En algunas cosas se pierde como, por ejemplo, cualquiera que trabaje en un centro de enseñanza es maestro o maestra y si trabaja en un centro de atención médica es doctor o enfermera.
José Gallino, el muralista salteño, habría de pintar un muro de la ciudad con el rostro de un personaje y se había decidido por él.
Poco rato después vuelve a sonar el timbre de la parroquia y eran ellos que retornaban con José Gallino para hacer unas fotos para comenzar a trabajar al día siguiente.
Una de sus grandes pasiones es hacerse sacar fotos y en esta oportunidad le estaban sacando más de una docena de fotos.
Estaba radiante con la cantidad de fotos que le habían tomado. “Yo al “fotero” (José Gallino) lo conozco desde hace muchos años y lo conocí mucho antes que usted”
Ya, producto de su imaginación, me explicó donde vivía aquí en Mercedes y de dónde le conocía él.
A la mañana siguiente volvieron a sacarle unas fotos más. Ya no cabía en sí. El “fotero” pasó a ser todo un ídolo para él.
Estaba convencido de que el trabajo del “fotero” era pegar una de las fotos que le había sacado en una pared de la ciudad. Me explicó con los cuidados que debía ser pegada la foto y por ello muy pocos se animaban a esa tarea.
Cuando la mesa compartida se encargó de comentar con todos lo que iban a hacer con una foto suya y de su conocimiento del “fotero”
A cada rato me solicitaba le llevase al lugar donde le pintaban porque él tenía que decirle algo al “fotero”
Creo que su vergüenza le impedía ir a instalarse junto al lugar donde se estaba plasmando su reconocimiento porque aquella pintura no era otra cosa que eso.
Un reconocimiento, en su persona, a esos diversos personajes que ha tenido la ciudad. Personajes que supieron ganarse un lugar con sus originalidades y su bionomía.
Pero, también, un reconocimiento a alguien que ha sabido ser parte del paisaje de la ciudad desde muchísimos años.
Para algunos ha sido un alguien sin nombre ni apellido y con únicamente un apodo.
Para algunos ha sido un alguien muy particular.
Desde hoy es un personaje que adorna una pared de la ciudad y él, aunque no entienda mucho de la dimensión del reconocimiento, un ser copado con el “fotero” que lo colocará en una pared.
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