Por Gerardo Ponce de León
Por Gerardo Ponce De León
El día lunes 8 de febrero, Martín, -mi hermano-, escribe en este diario, bajo el título: “Fragilidad”, terminando dicho escrito así: “¡Qué difícil poder ser útil!”. ¡Qué gran verdad, ya que creo que a cualquiera de nosotros se nos puede presentar alguien y nos pide un conejo. Primero: “no es para cualquiera la bota de potro”; queriendo decir, este dicho campero, que es muy fácil opinar, desde nuestro punto de vista. Segundo: “no soy colchón”; término vulgar pero que no deja de darnos a entender que existen cosas que solamente quien o quienes duermen sobre un colchón, sabe lo que pasa sobre él, nos hace recordar que hay que estar en el lugar del otro, vivir lo que ha pasado quien tenemos enfrente.
Más de una vez, digo que se puede opinar, que es muy distinto a dar un consejo, ya que para eso existen personas que estudian, que están capacitados para ayudar. También es cierto que en más de una oportunidad, lo que más quiere, la persona que tenemos enfrente, con problemas, busca desahogarse, quiere ser escuchado, y por eso Dios es tan inteligente, que nos dio dos orejas y una boca, oír más y hablar menos.
Todo esto me hizo pensar la culminación del escrito de Martín, al cual le debe de llegar una cantidad muy grande de pedido de consejos, dándome a entender, siente la falta de poder ser útil. Es como el hincha de futbol, desde la tribuna hacemos todos los goles, damos los mejores pases, pero ¿por qué, estoy sentado en la tribuna y no estoy en la cancha? Cuando alguien erra en un negocio, cuando se está conversando y uno da la solución en forma rápida y autoritariamente, me gustaría ponerlo en la ropa del otro (el que erro, el que no tiene seguridad) para ver su reacción frente al problema. Este tipo de personas son los que no reconocen sus errores, ya que rápidamente te dicen “te dije que era así” y capaz que nunca dijo nada.
Todo esto se encierra dentro de la humildad, de saber reconocer mis límites, hasta acá llego, pero, como dice José Larralde: “Hay gente que planta en el jardín de su casa y la riega y cuida, la planta de la vanidad”. Y a pesar de todo esto, somos capaces de dar consejos, criticar y todo basado en mi opinión, sin importarnos la circunstancias que llevaron a la otra persona a hacer lo que hizo.
Todos cometemos errores, todos necesitamos ayuda, lo importante no es el error, lo que importa es reconocerlo y levantarnos, con el propósito de no volver a cometer el mismo error. No en vano hemos escuchado, más de una vez, “errar es humano, perdonar es Divino”.
Después de dar mi opinión, no consejo, queda la puerta abierta para aceptar otra opinión, así juntos, podemos llegar a obtener una idea más clara del problema y frente a las adaptaciones que correspondan, ir camino a buscar, en forma más segura y cierta, la solución al problema.
Aceptar otra opinión, lo podemos hacer si transitamos el camino de la humildad, reconocer que pueden existir otra verdad, que no tiene porque ser la mía, el darle a Dios la razón del porque tengo dos orejas y una boca, nos va allanando el camino a ser útil. Desde ya les digo que no es fácil, personalmente me es difícil, sabiendo que no es imposible, pero cuando, como en mi caso, en el camino de la humildad, tengo muchas “piedras” para sacar, y así dejar algo transitable, el andar por dicho camino.
Esto quiere decir ¡Qué difícil poder ser útil!
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