viernes 29 de marzo, 2024
  • 8 am

Con totalitarios nada

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Por Gustavo Varela
Esta semana sesionó virtualmente el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos con sede en Washington, donde un irreverente embajador nicaragüense ante dicho organismo, trató de «Dictadura» al gobierno Uruguayo.
En efecto, el representante del dictador, y abusador de menores, Daniel Ortega, otrora aclamado comandante de la revolución nicaragüense que terminó con la tiranía de Somoza, se expresó en términos totalmente insultantes para con nuestro País, intentando tapar el sol con un dedo del actual proceso electoral del mencionado País, donde el también tirano Daniel Ortega, va encarcelando cinco candidatos a la presidencia, como una manera de asegurarse un nuevo período de gobierno.
Nada nuevo bajo el sol.
Una personalidad que llega a la presidencia de un país bajo el voto popular comienza a tomarle el gusto al poder, y empieza a toquetear todas las instituciones que componen la organización política, asegurando hacia el futuro que nadie lo bajará del mismo.
De esos Latinoamérica ha visto pasar por sus narices a varios, basta recordar a los Castro en Cuba, los regímenes chavistas en Venezuela, las dictaduras militares de la década de los 60-70, por nombrar a algunos y de todos los signos.
Lo principal en estos casos es que el sistema político reaccione de una manera firme y clara, sin ambigüedades ni eufemismos y en lo posible integrado con la más ancha base ideológica, para que no quede ninguna duda.
Wilson Ferreira Aldunate cierta vez expresó: «con los totalitarios nada, nada, nada» y esa frase encierra sencillamente lo que expresa sin eufemismo.
Totalitarios pueden ser de derecha o de izquierda, y no nos tiene que temblar el pulso para señalarlos, sean del signo que sean.
No nos tenemos que hacer los distraídos con los totalitarios, pues son los que siempre plantan la semilla de los desbordes autoritarios, que lo terminan padeciendo las sociedades, pues se resiente lo social, lo productivo, lo cultural, lo económico, etc.
Algunos se hacen los distraídos, miran para el costado como desentendiéndose de la situación, pues saben que en algún momento los cobijaron, los homenajearon, y los propagandearon, sintiendo, con toda seguridad de buena fe, que esos monstruos podían ser destinatarios de dichas acciones.
Hoy, que mostraron realmente lo que son, debemos ser claros y censurarlos con toda nuestra energía.
No debemos ser funcionales a quienes hacen sombras sobre nuestras democracias.
En otros momentos de la historia no se nos pasaba por la cabeza que Uruguay podía ver amenazado su sistema democrático, y un día, los demonios antidemocráticos, se confabularon para socavarlo, y durante trece largos años estuvimos en una pesada noche.
Hoy tenemos que estar más alerta.
El continente todo lo sabrá agradecer a futuro.