Por Gustavo Chiriff
PCU-Frente Amplio
En el libro “El fútbol a sol y a sombra”, Eduardo Galeano decía, “la historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”.
Catar o Qatar o como árabe se llame, país con casi nula tradición futbolística, pequeño territorialmente, en su momento con una inexistente infraestructura para una competencia mundial de este nivel y temperaturas que obligaron a que la competencia se realice en los meses de noviembre y diciembre, este emirato fue el elegido como anfitrión de la primera Copa del Mundo en Medio Oriente.
Las sospechas de corrupción en el procedimiento de adjudicación fue lo primero que alarmó a la FIFA, que inició una investigación donde la Comisión de Ética dictaminó que no habían existido irregularidades (eso motivó la renuncia del presidente de la Comisión).
Por su parte la prensa europea revelo que el presidente de la Federación qatarí y también titular de la Confederación Asiática de fútbol, Mohammed BinHamman, pagó hasta 3,6 millones a 30 miembros de la FIFA para asegurarse el voto favorable a Qatar.
Según informes que han trascendido, por investigaciones realizadas, más de 6.500 trabajadores migrantes murieron en Qatar en la construcción de la infraestructura necesaria para el mundial, desde que en el 2010 se logró la concesión para organizar la Copa del Mundo; la mayor parte de los obreros fallecidos procedían de India, Pakistán, Nepal, Bangladés y Sri Lanka, la gran mayoría trabajando en las peores condiciones, tanto de seguridad laboral, como en salarios. Estaban sometidos a jornadas sin descanso a 50 grados, sin agua potable ni alimentación. No tenían cobertura médica y había una permanente violencia contra ellos, racial y religiosa.
Sin dudas que este mundial, desnudó al mundo, por un lado, los negocios de la FIFA manchados de petrodólares y por otro lado las condiciones en que se desarrolló el mundial, desde las construcciones, hasta su propia logística, donde se observó algo inédito en un mundial, hinchas rentados para hacer mayor la afluencia de turistas a un lugar que para millones es inaccesible por sus exorbitantes precios.
Otro tema es la competencia y las sospechas de arreglos a través de jueces y el tan hablado VAR, que para los uruguayos nos mostró la peor cara del mundial, la discrecionalidad en los fallos arbitrales.
Algunas voces del ámbito deportivo se alzaron en contra de estas situaciones, entre ellas Éric Cantoná, quien afirmó: “Han muerto miles de trabajadores construyendo los estadios. Es horrible. Y a pesar de ello vamos a celebrar el mundial allí” o como Toni Kroos, que manifestó: “estoy totalmente en contra de que el Mundial se juegue en Qatar. Designar ese país fue un error de las federaciones”.
Aunque muchos sospechábamos que la Federación Internacional de Futbol Amateur, dejó de ser tal hace muchos años, lo de Catar confirma más aún, que la pelota se manchó.
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