jueves 28 de marzo, 2024
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El Vicealmirante Juan José Zorrilla

Leonardo Vinci
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Por Leonardo Vinci
El pasado 5 de enero se celebró un nuevo aniversario del fallecimiento del Vicealmirante Juan José Zorrilla. Sobre este valiente militar, dijo el Dr. Sanguinetti: «fue el hombre que el 8 de febrero de 1973 salvó el honor de la Armada, y de las Fuerzas Armadas todas, cuando los mandos del ejército de la época dieron inicio al golpe de Estado de 1973, escribiendo una oscura página de las instituciones militares de la República.» Zorrilla llegó al comando de la Armada en los años más difíciles del pasado reciente. Fue designado Comandante en 1972. Primero tuvo que enfrentar los actos violentos de la sedición, y luego hubo de oponerse al desborde de los jefes castrenses cuando, después de derrotar militarmente a los tupamaros, desconocieron el mando civil. Fue en aquel febrero amargo cuando los generales y brigadieres rechazaron la designación del General Antonio Francese como Ministro de Defensa Nacional. Los rebeldes ordenaron el acuartelamiento de las tropas y tomaron el canal oficial obligando a las radios y canales de televisión a transmitir en cadena. Mientras el Partido Comunista, los demócratas cristianos y toda la plana mayor del Frente Amplio aplaudía la aparición en las calles de los tanques, el batllismo respaldaba a las Instituciones. No vamos a olvidar que los comunistas divulgaban a través de su diario «El Popular» la idea de un nuevo gobierno «donde caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo» Las fuerzas armadas daban a conocer los comunicados 4 y 7, ante los cuales los marxistas publicaban en periódicos de la época que los mismos «no invalidan en lo más mínimo la apreciación positiva de esos documentos programáticos y, más generalmente, de la postura que adoptan las Fuerzas Armadas». El mismísimo Gral. Seregni, en el peor momento de la democracia uruguaya decía en un acto en «La Unión» que la renuncia del señor Bordaberry abriría una perspectiva de diálogo. «Y solamente a partir de ese diálogo restablecido es viable la interacción fecunda entre pueblo, gobierno y Fuerzas Armadas, para comenzar la reconstrucción de la patria en decadencia». En esas circunstancias, Zorrilla, en defensa de las instituciones, ofreció la protección de la Armada al Presidente de la República. Con sus hombres, bloqueó la Ciudad Vieja con ómnibus y camiones y ordenó partir a la flota, posicionándola frente a Montevideo. El Vicealmirante comunicó al mando constitucional que la Armada estaba a disposición en orden de combate, pero Bordaberry prefirió aceptar las exigencias de los golpistas. Zorrilla recordó en su momento, «Dentro de las Fuerzas Armadas quedamos solos. (En realidad) no tan solos, porque cuando yo me retiré, se retiró todo el Comando conmigo, prácticamente quedó un jefe a cargo del Comando Naval. Se fue el Estado Mayor completo, se fueron los servicios, se fueron todos. Y después pagamos las consecuencias en el 76 cuando nos aplicaron el inciso «g». Fueron pasados obligatoriamente a retiro dos almirantes, 40 capitanes de navío, o más. En su carta de renuncia terminó diciendo: «Espero que cada uno de los actores de estos sucesos asuma su responsabilidad ante la historia». Cuando se retiró de su despacho, le dijo a sus subordinados: «Este libro me lo llevo porque para ustedes no va a ser de utilidad». Era la Constitución de la República. Zorrilla fue el símbolo de la dignidad republicana y actuó con coraje, lealtad y valentía en esas horas tan oscuras que vivió el país. Su nombre debería perpetuarse en el nomenclator de plazas y calles.