viernes 29 de marzo, 2024
  • 8 am

La pasión por las cumbres

César Suárez
Por

César Suárez

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Por Dr. César Suárez
El planeta tierra mirada desde el espacio exterior es una esfera casi perfecta sin embargo su superficie como cualquier cuerpo celeste resulta ser muy irregular y desde nuestra diminuta perspectiva se encuentra llena de valles y montañas de diferente altura que multiplican a nuestra estatura por varias veces.
Esas elevaciones que proporcionalmente al tamaño del planeta, son insignificantes, tanto que mientras, el diámetro de la tierra es casi 13000 kilómetros, el tamaño de la mayor montaña sobre el planeta no llega a 9 kilómetros de altura (unas 1500 veces menos), sin embargo, el ser humano tiene una gran pasión por las alturas e intenta subir cada una de esas montañas y hasta considera una hazaña, trepar sobre la cumbre del Everest, una misión inigualable y en ese intento varias personas han perdido de la vida.
Pero elevaciones, hay en todas partes, desde pequeños cerritos hasta majestuosas montañas.
Nuestro país no se caracteriza por tener grandes elevaciones siendo la mayor de ellas el Cerro Catedral localizado que tiene 514 metros de altura y se encuentra localizado al norte del departamento de Maldonado en el Municipio de Aiguá y pertenece a un ramal de la llamada Cuchilla grande que también en Maldonado aporta el Cerro de las Ánimas con 501 metros y el Cerro Pan de Azúcar de 423 metros. También en Piriápolis se encuentra el Cerro del Toro, 253 metros, y el Cerro San Antonio de 130 metros, en la capital, está el famoso Cerro de Montevideo de 132 metros y otras elevaciones importantes están al Norte del país, en Tacuarembó están el Cerro Batoví, de 244 metros y el Cerro Cementerio de 255 metros aparte de numerosas cerranías en los departamentos de Artigas y Salto.
Dejo para el final los cerros cercanos a la ciudad de Minas donde se destacan el Cerro Arequita, elevación de 305 metros que tiene como característica la presencia de una gruta que es una atracción turística y el famoso Cerro Verdún de 326 metros coronada por por un templete de 3 columna que convergen en una torre que sostiene la Virgen de la Inmaculada Concepción y que es lugar de peregrinaje de la colectividad católica cada 19 de abril o en cualquier momento desde hace más de cien años.
Los humanos tenemos la manía de coronar cada altura con una construcción (una cruz, una estatua, un ventorrillo, un monolito, un templo para dejar testimonio que hemos “vencido” a la montaña, hazaña poco menos que estúpida pero que resulta una atracción fantasiosa para cualquier humano con la intención de estar más cerca del cielo y para los católicos, más cerca de Dios.
Yo vivía en la campaña del departamento de Lavalleja, en plena llanura, pero en el horizonte se recortaban las serranías de minas donde predominaba el cerro Verdún y al igual que cualquier mortal, yo sentía la atracción de llegar hasta allí.
El cerro Verdún tiene una gran impronta religiosas vinculada al iglesia católica y mis padres, sobre todo mi madre, era activa creyente y era la que se encargaba de enseñarnos a rezar y nos llevaba a la iglesia del lugar y también hacía “promesas” a la Inmaculada Concepción, cuya estatua coronaba al el cerro y cada tanto nos trasladábamos en familia en una suerte de picnic, acampábamos en la falda del cerro a disfrutar de la comida y bebidas que habíamos llevado y ascendíamos al cerro que para mí y mi hermana, a la edad que teníamos, lo que más nos importaba era la excursión en familia que dejó en nuestras memorias recuerdos inolvidables.
Pasaron muchas décadas de que aquellos eventos, pero siempre quedaron guardados en el mejor lugar de la memoria razón por la cual, recientemente, invité a mis nietos a repetir esa experiencia y trepamos a la cumbre. Disfrutamos del mismo modo que cuando yo tenía la edad de ellos.
Sin duda, las familias se deben esas instancias que estimulan las emociones, que sanan el espíritu y quedan para siempre en los recuerdos como un bálsamo inextinguible.