Agotador
Por el Padre Martín
Ponce de León
Una de sus “cualidades” es la necesidad de llamar la atención permanentemente.
De una forma u otra siempre encuentra la forma de ubicarse como centro de atención.
Si mira fútbol durante todo el tiempo está dando indicaciones, solicitando algún cambio de un jugador, despotricando contra el juez o explicando lo que habrá de suceder cuando alguno de los equipos que están jugando deban hacerlo en “la casa de…”
Suele, por ejemplo, confundir equipos pero ello no le impide desarrollar sus prolongadas explicaciones de fútbol. (River argentino es el verdadero River. El local es algo así como un falso River. Están Boston River y Riverpool (por Liverpool) que juegan para el verdadero River)
Es evidente que hay cosas que se repiten en sus prolongadas diatribas. Que tal o cual jugador ha jugado en algún cuadro de la capital y nunca lo pusieron por “pata dura” (no importa si está mirando algún partido de Alemania). Que al juez ya lo han lastimado en algún otro partido por estar “vendido” o que algún jugador está preso por haberse metido con una nena chiquita en un liceo.
De no haber fútbol pasa a mirar alguna película y su charla también es constante. Allí reitera los discursos que, según él, dijo en diversas oportunidades. Entrega de premios en una doma, presentación de algún conjunto musical o despedida del cuerpo de alguna persona (cambia el nombre de los fallecidos pero conserva el contenido de sus palabras)
Cuando se le termina el discurso puesto que ya no sabe, desde su inventiva e imaginación, que otra cosa puede decir pasa a examinar ropa que tiene guardada para explicar de dónde la sacó y para preguntar cosas sobre ellas. Pregunta si alguna vez la ha utilizado aunque muy bien sepa que nunca la utilizó o para preguntar lo que quieren decir las diversas escrituras o letras que puede tener una prenda.
Pero esto no es suficiente aunque usted pueda pensar que ello ya alcanza.
Cuando lo tradicional se le agota no duda en hablar con él mismo en largas peroratas. Va, viene, busca algo que nunca encuentra puesto que ello es una excusa para ir o venir mientras parlotea en alta voz.
Un rato de escucharle puede resultar entretenido pero cuando ello se hace reiterado y prolongado pierde gracia para hacerse cansador pero cuando son varios los días con la misma conducta se vuelve agotador.
Nada le hace hablar constantemente que el hecho de que su auditorio esté atento a otra cosa que no sea él. Eso le resulta insoportable y reclama ser escuchado de varias maneras.
Pero como si todo esto no fuese suficiente hay que añadir las oportunidades en que se sabe no atendido y, entonces, transmite algún partido de fútbol utilizando una mano como si fuese un micrófono.
Sucede que tiene la necesidad de llamar la atención y ello lo hace con sus interminables palabras.
Palabras que, en oportunidades, carecen de toda lógica o se vuelven inentendibles.
Palabras que se vuelven gritos fuertes que le transforman la voz y lo llevan a ponerse de pie. Son intervenciones fanáticas de alguien que no entiende mucho (por no decir: casi nada)
Palabras que son casi murmullos que más parecen un zumbido incómodo y molesto.
Esto dice de su realidad personal puesto que durante mucho tiempo de su vida no ha sido tenido en cuenta y, mucho menos, escuchado.
Ahora tiene un auditorio que le escucha y aprovecha tal cosa para ponerse como centro. Cuando llega y se integra a alguna rueda él termina siendo la única voz que se escuche con sus explicaciones o razones y haciendo que los demás se callen la boca escuchándole.
Sin duda que lo suyo es mucho más que un grito. Es un alarido pidiendo ser atendido aunque, muchas veces, ello no requiera ser entendido.
Por más que lo suyo sea agotador es algo que vale la pena experimentar puesto que, sin lugar a dudas, ayuda a que se sepa alguien aunque más no sea por un momento.