Por el Padre Martín Ponce De León
Algo se está perdiendo y se hace necesario recuperarlo con convicción y prisa.
Cuando uno se introduce en los relatos evangélicos se encuentra con un Jesús que está lejos de plantear una doctrina o algo similar. Uno se encuentra con un Jesús que plantea un estilo de vida para que lo hagamos nuestro. No lo plantea con palabras sino con el ejemplo de su vida.
Alimentarse de Jesús no es una obligación sino una necesidad que debe hacerse convicción y determinación. Alimentarse de Jesús no es otra cosa que, ante la realidad de estar lejos de vivir el estilo de vida que Él nos propone, y queremos hacerle nuestro para realizarnos plenamente como personas.
Necesidad y convicción se suman para hacernos saber que, sin Él, es imposible llegar a vivirle tal como se nos propone. Es allí donde debe surgir la determinación. Determinación de hacernos comunión con su propuesta. Determinación de comenzar a intentarlo. Determinación para dejarnos ayudar para que lo podamos vivir.
Recibir a Jesús no es alimentarnos para vivir encerrados en nosotros mismos. Lo suyo es para la vida y, allí, es que siempre estamos en relación con los demás para que nuestra relación sea como la supo realizar Él.
Recibir a Jesús es alimentarnos y fortalecernos para que los demás no nos resulten indiferentes o ajenos y podamos tener una actitud de cercanía para con ellos saliendo a la intemperie.
Recibir a Jesús es permitir que lo suyo sea en nosotros, siempre un poco más, puesto que sus valores los compartimos, desde lo que somos, con quienes nos necesitan y esperan.
Hacernos comunión con Jesús es ir dejando que sus valores, que son los valores del Reino, vayan haciéndose nosotros y los compartamos, desde nuestra vida, con los demás.
Jesús nos enriquece como alimento en la medida que nos permitimos ser comunión con Él y, desde allí, nos damos como Él lo hizo, con generosidad y desinterés.
Si nos alimentamos de Jesús y no involucramos con tal hecho toda nuestra vida, sin lugar a dudas, no hacemos otra cosa que desvirtuar el alimento que Él nos regala.
Creo que, muchas veces, vamos a recibir la comunión, sin tener plena conciencia de lo que recibimos y a lo que nos comprometemos al realizar tal cosa. Por ello es que, comenzaba este artículo, manifestando que algo se estaba perdiendo. Necesitamos recuperar el pleno sentido de lo que implica alimentarnos de Jesús
No puede ser una rutina ni un algo puramente intimista. Es un algo “de” y “para” la vida puesto que así nos lo presentan los relatos evangélicos y, bien lo sabemos, todo lo de Jesús “dice” y “hace” a nuestra vida.
El cristianismo es vida y no podemos despojarlo de ello por más que sepamos que vivir tal cosa es, sin lugar a dudas, complicarnos la vida.
La realidad nos está mostrando que ya ha pasado suficiente tiempo donde nos limitamos a un cristianismo de rituales y teorías y no hemos logrado lo de Jesús. Según algunos su actividad pública fue de un año y medio, otros dicen que la misma fue de tres años. Siempre será demasiado poco tiempo si lo comparamos con nuestra vivencia de cristianos y ello nos demuestra que existe algo que debemos cambiar puesto que no produce el crecimiento del Reino del Padre Dios que Él logro inaugurar.
Quizás una de las exigencias urgentes es que nos animemos a vivir a Jesús sin temor a equivocarnos o a cometer errores ya que es mejor un error por hacer que ninguno por estar de brazos cruzados.
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