Por Carlos Silva
El pasado domingo 9 de mayo, Andrés Lima renunció a la Intendencia de Salto, cerrando así una gestión que, a nuestro entender, ha sido la peor desde el retorno de la democracia. No lo decimos con alegría, sino con la tristeza de saber que, tras diez años en el poder, Lima no dejó nada significativo para Salto. Lo único que queda de su administración es una forma errónea de hacer política y un departamento estancado.
Su despedida fue fiel reflejo de su gestión, sin logros que exhibir, sin obras que mostrar y sin un legado que defender. En lugar de utilizar su último discurso como Intendente para rendir cuentas o destacar alguna acción positiva, prefirió desviar la atención hacia un adversario político. En un episodio bochornoso, descalificado incluso por personas de su propio entorno, Lima dedicó parte de su discurso a atacar al Dr. Carlos Albisu. Lo criticó por mostrarse humano, auténtico y cercano a la gente, algo que evidentemente incomoda a quienes han hecho de la política un ejercicio vacío de contenido.
Si en verdad hubiera gestionado con eficiencia, habría podido enumerar obras o proyectos de impacto para Salto. Pero la realidad es otra, en diez años, con recursos propios, solo construyó dos puentes. Como bien dijo un compañero nuestro, el Escribano Machiavello, uno es un puente colgante de madera en la costanera norte, que pocos conocen porque apenas cruza una zanja. El otro, un puente de conveniencia, cuando le dio un puesto en la Intendencia a su propia cuñada.
Las pocas obras de infraestructura que se han realizado en Salto fueron financiadas por el Gobierno Nacional, porque los recursos generados por la Intendencia ni siquiera alcanzan para pagar los sueldos de los funcionarios. Esa es la verdadera herencia de Andrés Lima.
El problema de fondo no es solo lo que Lima no hizo, sino lo que dejó como consecuencia de su paso por la Intendencia. Salto es hoy un departamento endeudado, con servicios deteriorados y una gestión marcada por la improvisación y el clientelismo. Mientras otras ciudades avanzaron con planificación y desarrollo, nosotros nos quedamos atrás. No podemos permitir que se siga hipotecando el futuro de Salto con más de lo mismo.
Su era ha terminado, y con ella debe cerrarse el ciclo de una política que no llevó a Salto a ningún lado. No podemos permitir que la historia se repita con la “dinastía Lima”. Por eso, convocamos a todos los Salteños que quieren un futuro diferente, a trabajar incansablemente para lograr un cambio real este 11 de mayo.
Juntos, de la mano de Carlos Albisu, recuperemos el orgullo de ser Salteños y construiremos el Salto que nuestros hijos y nietos se merecen.
Columnistas