El rey desnudo de Salto
Por el Esc. Gustavo Varela.
En estos momentos en que el comienzo de la campaña electoral ocupa (y preocupa) prácticamente la mayor parte de la información del Departamento, necesita la ciudadanía de un conocimiento e información veraz, para poder elegir con suma tranquilidad, la mejor de las opciones para gobernar Salto.- Ella necesita tiempo para reflexionar y así poder sacar sus propias conclusiones. Pero esto parece tarea casi imposible. La velocidad de los acontecimientos, por un lado, y el empeño de algunos dirigentes de llevar agarraditos de la mano, a su lado, por otro, llevan a la población, irremediablemente, a un caos mental, y como consecuencia trágica, a una peligrosa falta de libertad electoral.
Ustedes se acordarán del cuento de Hans Christian Andersen llamado ‘El rey desnudo’ La historia es sencilla y conocida, pero que nos viene al pelo a tenor de la situación actual; nos relata que hace muchos años había un Rey cuya mayor preocupación y ocupación eran sus trajes nuevos, gastando todas las riquezas en fabulosa telas y confecciones. En escena aparecen dos pícaros en acción que le aseguran que le tejerán el mejor y más bello traje, jamás fabricado en el Reino. El monarca, mandó a su representante a ver cómo iba el asunto del traje, y para su sorpresa, no vio nada en el telar. Los pícaros, por su parte, le enseñaban ‘la nada’: su color, su textura… y le preguntan a ver qué le parecía. El representante del Rey empezaba a pensar que era tonto, pues él no veía nada, pero ante su propia inseguridad y a sabiendas de lo ilusionado y expectante que estaba su Rey, dice que ‘la nada’ es ¡una tela maravillosa! Los pícaros, entonces, piden más dinero para seguir tejiendo. Una vez finalizado el traje y presentado al Rey, éste tampoco ve nada, pero ante el temor que los demás le consideren tonto, no dice nada, se desnuda y se pone el traje de ‘nada’. Y llega la hora de dar el paseo ante sus súbditos con el traje nuevo. Nadie veía nada, pero todo el mundo decía: «Qué preciosidad de traje», hasta que un niño, grita: ¡Pero si no lleva nada, va desnudo! Y todo el pueblo, despertando de algo que creían que era cierto, aunque no lo era, descubrió realmente la verdad.
Son varias las moralejas que se pueden deducir de esta historia, y se pueden aplicar en diferentes ámbitos y con diferentes personajes. Pero quisiera poner el énfasis en la labor de los profesionales de la información.
En este tumulto que estamos viviendo se acusa a los periodistas de dar información sesgada de la realidad política del Departamento. Y esta vía que se abre, contra el trabajo de los informadores es un camino peligroso que puede llevarnos a la desinformación, vieja conocida en todos los lugares del mundo. Es indiscutible la labor del periodismo, de la información seria y rigurosa, en el desarrollo de la libertad individual y por ende, de la colectiva, como lo es, que nunca antes hubo tanta información y de tan fácil acceso como ahora. Y sabido es, asimismo, las ventajas e inconvenientes que este exceso de accesibilidad está acarreando, fenómeno estudiado y discutido por los expertos en comunicación. Pero no nos enojemos contra el mensajero-periodista. No carguemos contra el niño que gritó: ¡El rey va desnudo! Somos nosotros, los consumidores de la información, tanto si la recibimos por los ojos (imagen o escritura) como por los oídos (radial), quienes tenemos que sacar las conclusiones, y discernir lo real de lo irreal. Y muchos de los dirigentes locales, y más esos que “compiten cabeza a cabeza por ser los MENOS MALOS”, y no los mejores, siguen empeñándose en darnos la información irreal, la que ellos quieren, ocultando y menospreciando la que el informador profesional quiere dar.
Y digo el informador profesional, no el informador cortesano, que enajena su libertad en pos de sus ingresos.
A la ciudadanía Salteña se le hace imprescindible escuchar el grito de ese niño que expresó “El Rey está desnudo!!!” y comenzar a ver por sus propios ojos la realidad que está siendo tergiversada por esos “pícaros” que no hacen más que engañar, haciéndoles creer que tiene sentido “la nada que les proponen”.
En caso contrario, seguirán comprando esa “nada” que ellos saben muy bien hacer, que nos llevará nuevamente a tener el Departamento en la situación en que se encuentra.-