Por el Padre Martín
Ponce de León
Cada uno de nosotros, sin importad edad o condición, somos necesitados de conversión.
Conversión dice de cambios, de modificar conductas, de modificar actitudes o de animarnos a dar pasos.
Siempre podemos ser mejores personas de lo que hemos logrado ser.
Para ello debemos tener la honestidad y el coraje de mirarnos a nosotros mismos.
Muchas veces nos conformamos a mirarnos en el vidrio de la ventana.
Allí nos vemos pero de una manera difusa ya que también observamos otras cosas que el vidrio nos permite ver.
Nos vemos pero siempre encontramos excusas para justificar la presencia de límites en nuestra existencia.
Son excusas que pueden tener validez en alguna oportunidad pero cuando se reiteran con frecuencia debemos saber que no son otra cosa que pretextos para asumir la necesidad de un cambio.
Las excusas, cuando se reiteran frecuentemente no son otra cosa que engaños que nos realizamos.
Nos vemos en el vidrio de la ventana y ello no es otra cosa que un vernos difusamente para no encontrarnos con nuestra realidad.
Para ello debemos mirarnos, con honestidad y coraje, en un espejo.
Allí tenemos la oportunidad de vernos tal cual somos y tal cosa, muchas veces, puede no ser de nuestro agrado.
Honestidad para asumir que lo que vemos es realidad.
No podemos pretender encontrar un espejo como el del relato infantil que respondía a las preguntas de su dueña. Ese espejo no lo habremos de encontrar nunca puesto que se ha quedado aprisionado dentro de las páginas de un relato infantil.
El espejo ante el que nos miramos nos muestra nuestra muda imagen.
Para que le hagamos decir las verdaderas palabras de lo que somos y, para ello, es que necesitamos del coraje.
No siempre es grato asumir que tenemos mucha tarea que realizar para ser mejores personas.
No siempre estamos dispuestos a asumir que debemos ponernos en tarea con prisa puesto que ya hemos dejado pasar muchas y reiteradas oportunidades.
Hablaba de esto, con una pareja, luego de concluida la eucaristía, y no recuerdo qué fue lo que dijo la joven. Su compañero me miró y alzó las cejas como diciendo “lo que hay que escuchar” Yo le dije a él: “Mira, se cree linda” La joven esbozó su mejor sonrisa y me dijo: “Es que lo soy”. Los tres nos reímos.
No siempre estamos dispuestos a comenzar por modificar “lo que el espejo nos muestra” sino que nos conformamos con lo que vemos y continuamos pretendiendo los demás cambien.
Por ello es que muchas veces preferimos el vernos reflejados en el vidrio de la ventana que en el espejo.
Es mucho más cómodo vernos difusos que tal como somos.
Honestidad y coraje puesto que carece de sentido el que pretendamos engañarnos mirando para no ver a adornándonos para vernos.
El mundo de hoy necesita de muchos cambios pero los mismos serán posibles en la medida en que cada uno de nosotros seamos capaces de cambiar “nuestro mundo” cambiando nosotros.
Para poder realizar esos cambios necesarios debemos saber vernos y asumir lo que somos con honestidad y coraje.
El hoy no se modifica por el hecho de que, mirándolo, pueda realizar un certero diagnóstico de su realidad.
Tampoco se modifica porque yo rece para que los demás se conviertan y cambien.
El mundo de hoy se modifica en la medida en que soy capaz de asumirme y animarme a modificar mis limitaciones.
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