El predio del Centro de Innovación y Capacitación Ovina Ing. Agr. Mario Azzarini (CICOMA), en Colonia Lavalleja, Salto, cumplió una década bajo la gestión del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL). El productor salteño y expresidente del SUL, Lic. Joaquín Martinicorena, fue protagonista directo de las decisiones que permitieron instalar y consolidar el centro.
Para el productor, el CICOMA nació donde debía nacer. Señala que el eje del Buey Negro, la Cuchilla de Guaviyú y la Cuchilla Grande de Haedo sigue siendo "donde hay más ovinos por hectárea y donde hay más productores". La instalación de un centro de validación, demostración y capacitación en esta zona estratégica respondía a un reclamo de larga data: "Era uno de los objetivos que me decía siempre un antiguo directivo del SUL, apasionado de la oveja, don Jorge Rodríguez Grasso, que decía que había que tener un centro acá en el norte para formar, capacitar y transferir".
Un predio transformado desde sus bases
Cuando el SUL adquirió las 623 hectáreas del actual centro, el estado del campo mostraba décadas sin actividad ovina. "Cuando vinimos a verlo hacía 15 años que no pisaba un ovino", recuerda Martinicorena. Las pasturas estaban engrosadas por el uso exclusivo con vacunos y el predio tenía apenas cuatro potreros. "Había ganado durmiendo de noche adentro de la casa", admite.
Desde entonces, la transformación ha sido profunda. Subdivisiones nuevas, manejo racional del campo natural, sombra estratégica, integración ovino-vacuno y uso sistemático del predio para capacitación y demostraciones productivas. "Da gusto ver cómo lo tienen hoy", afirma. Y destaca, además, que CICOMA se ha convertido en un centro donde la ovinocultura convive de forma eficiente con el ganado de carne, validando tecnologías adaptadas al basalto.
El entorno también favoreció el proceso. La zona combina manchones de basalto profundo muy aptos con áreas más pedregosas típicamente ovejeras. Según Martinicorena, este mosaico lo vuelve un laboratorio natural privilegiado para generar conocimiento aplicable a predios familiares y medianos del norte. "Estamos en un lugar muy interesante: hacés ocho kilómetros y tenés campo de 30 con pura piedra y muy ovejero".
Una inversión estratégica para el SUL y el país
La adquisición del predio fue posible tras una decisión institucional trascendente: vender la histórica sede del SUL en la rambla Baltasar Brum en Montevideo. El episodio, recuerda Martinicorena, tuvo tintes cinematográficos. "Viene un inversor brasilero de una importante marca automotriz, mira la sede y se enamora". Se le pidió un precio alto, pensando que la negociación no prosperaría. "Y el hombre aceptó en un ratito", relató entre risas.
Ese hecho obligó a acelerar las decisiones políticas en un organismo compuesto por varias gremiales. "En dos semanas teníamos toda la autorización", y se determinó que parte de esos fondos se destinaran para comprar el campo en Salto, desarrollar las instalaciones y adquirir y renovar la nueva sede en Montevideo. También se dejó un fondo importante de reserva. "Creo que es algo que lo decimos siempre: la inversión en tierra está. Y todo lo que se ha mejorado valoriza este excelente establecimiento".
A diez años de aquella apuesta, Martinicorena es categórico: "No sé cómo imaginarme estos últimos años si no tuviéramos este campo". Para él, el CICOMA brindó estabilidad, presencia territorial y una plataforma sólida para entrenar técnicos, formar productores y validar tecnologías en tiempos en que la oveja enfrentó momentos críticos.
"Hicimos cosas, pero no dieron resultado"
Durante su presidencia (2011-2015), el SUL se propuso frenar la caída del stock ovino. El objetivo, admite, no se logró. "Tratamos de que no bajara de 9,8 millones, pero hoy, quince años después, seguimos bajando". La cifra actual, por debajo de 5 millones de ovinos, plantea desafíos nuevos. El clima cambió, especialmente en el norte, y los sistemas productivos también.
Ante la pregunta de qué hacer para revertir la tendencia, respondió con honestidad: "Tendríamos que hacer cosas distintas a las que hicimos, porque no dio resultado". El primer paso, asegura, es político: "Hay que sensibilizar a los políticos y a los tomadores de decisiones de este país de la importancia del rubro".
Martinicorena insiste en un aspecto que rara vez se visibiliza en las grandes discusiones: el impacto social del ovino. "La oveja afinca y genera trabajo", resumió. En un país donde el despoblamiento rural avanza, el rubro ovino ofrece una oportunidad para retener jóvenes y dinamizar comunidades.
Claves para la nueva etapa
El productor señala que la modernización del trabajo ovino es indispensable para competir en un contexto laboral más exigente. "Hay que trabajar distinto el ovino", afirma. Menciona el uso creciente de módulos portátiles, bretes más prácticos, perros entrenados y un manejo más eficiente que permita "manejar más animales con menos personal, y que ese personal esté bien remunerado".
Sobre el estado sanitario y los problemas que frenan la expansión, vuelve a temas estructurales: bichera, robos y depredadores. "La bichera se empantanó de nuevo", advirtió. Y respecto al abigeato y los animales asilvestrados que presionan sobre los rebaños, remata con su frase más contundente de la entrevista: "Un testigo muerto no declara".
La frase, seca y certera, condensa la frustración de productores que sienten que la inseguridad rural continúa siendo un factor que desalienta la tenencia de ovinos.