sábado 23 de noviembre, 2024
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La inquisición en el siglo XXI

Leonardo Vinci
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Por Leonardo Vinci
En estos días fue sentenciado a muerte Amir Nazr-Azadani, un jugador de fútbol de 26 años, por haber cometido el delito de «Moharebeh», que viene a ser algo así como haber incurrido en «enemistad con Dios». El deportista había participado en recientes manifestaciones por los derechos de las mujeres tras la muerte de Mahsa Amini, quien fue arrestada junto a su familia en las calles de Teherán por la Policía de la Moral. El portal Infobae ha informado que la acusaron de no estar vestida como indican las normas: tenía el «hiyab» mal colocado. Los policías los subieron a golpes al vehículo que los trasladaría hasta el lugar de detención. En el trayecto les siguieron pegando. A Mahsa la impactaron con una porra en la nuca. Ella perdió el conocimiento. Los oficiales iraníes se burlaron y la acusaron de sobreactuar. Le negaron atención médica durante horas pese a los ruegos de sus familiares. El daño fue irreversible. Después de tres días en coma, se declaró su muerte.
Tras las protestas internacionales por la condena al futbolista, el gobierno iraní adujo que éste había participado de una acción en la que murieron tres agentes de las fuerzas de seguridad, aunque no se conoce ni una de las pruebas esgrimidas y el proceso distó de ser normal y de darle al acusado la posibilidad de defensa.
Por lo visto, ser opositor en algunos países e intentar hacerse escuchar, puede costar la vida.
Esas situaciones jamás ocurrirían en el Uruguay.
Tan solo a manera de ejemplo digamos que hace más de 100 años, el gobierno de Batlle y Ordóñez eliminó la pena de muerte. En la actualidad, el artículo 26 de nuestra Constitución establece categóricamente que «A nadie se le aplicará la pena de muerte.»
A instancias del batllismo, la separación Iglesia Católica del Estado se concretó en Uruguay en la Constitución de 1919 después de un largo proceso de discusiones y enfrentamientos.
En 1921, la Agrupación Colorada recibió un proyecto de ley redactado por el Dr. Baltasar Brum que en su artículo 3º establecía «La mujer es igual al hombre ante la ley…»
La vida como valor supremo, la separación de la Iglesia del Estado y el reconocimiento de los derechos de la mujer, son tres pilares de nuestra nación que no se respetan en otros lares.
Por increíble que parezca, no todos los países consideran que «la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana», al decir del preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La historia reciente de la humanidad enseña que «el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias…»
En estos tiempos tan turbulentos, en los que algunos pueblos están sumergidos en un oscurantismo propio de la inquisición, podemos afirmar que los uruguayos somos muy diferentes. Felizmente.