domingo 28 de abril, 2024
  • 8 am

Mi yugo es suave

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Hay una frase evangélica que se pone en boca de Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga liviana”.
Desde mi modesto entender considero no podemos leerla desde nuestra cultura puesto que no ha sido dicha en tal sentido.
Por yugo entendemos a esa madera con que se uncían los bueyes para ser conducidos.
Es lo que garantiza un esfuerzo parejo puesto que la yunta trabajando en un mismo esfuerzo.
Es lo que aseguraba que ese tiro de bueyes iba a rendir porque ellos dejándose conducir.
Para los contemporáneos de Jesús el yugo era la carga de enseñanza que un maestro ponía sobre los hombros de su discípulo para que pudiese actuar correctamente.
El yugo se podía asimilar con los preceptos de la Ley.
Es, sin duda, un yugo suave, el de Jesús, porque no hacía referencia a numerosos preceptos sino, simplemente, al mandamiento del amor.
Añadir “mi carga es liviana” es casi como realizar una reiteración que carece de mucho sentido.
La frase, tal como la podemos leer, es una redundancia. No poseo ninguna certeza, no poseo tanta erudición por ello tome, usted, mi suposición como algo puramente supuesto.
Jesús hablaba en arameo y su lenguaje decía de las cosas cotidianas con los que sus oyentes convivían.
Los dichos de Jesús fueron asumidos por la comunidad primitiva y desde allí transmitidos a las nuevas comunidades o a los nuevos creyentes y, desde allí, se plasmaron en lo que nosotros conocemos como los relatos evangélicos.
Esos relatos fueron traducidos al latín por San Jerónimo y esa traducción ha sido la que se ha tomado como punto de partida para las otras traducciones posteriores. En oportunidades, tal vez, San Jerónimo debió traducir por su entender que no era lo propio del lenguaje campesino de Jesús.
Digo esto para permitirme discrepar con la expresión “carga” para asumir que debería decir “canga”
Allí no habría redundancia alguna y la frase estaría muy rica de contenido.
Nosotros entendemos por canga a esa suerte de traba que se le pone a algunos animales para que no puedan cruzar los alambrados o ese artilugio por el cual los terneros se ven impedidos de mamar directamente de sus madres.
Para los contemporáneos de Jesús la canga era un arado muy liviano que solía utilizar una persona sin la necesidad de ser ayudado por algún animal o por alguna otra persona.
La gran mayoría de aquellos empobrecidos agricultores no podían darse el lujo de contar con algún animal de tiro y, en oportunidades, era muy difícil poder conseguir quien le ayudase a tirar del arado por ello, casi todos ello, utilizaban la canga.
La canga vendría a ser el instrumento para poner en práctica el yugo.
Cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, podemos y debemos poner en práctica la “ley del amor” propuesta por Jesús.
Es evidente que hace referencia a una tarea que se realiza a la intemperie puesto que lo de Jesús no es una vivencia que se limita a nuestra intimidad.
Es un algo que dice de “para” y “con” los demás.
Lo de Jesús está muy lejos de encerrarnos en nosotros mismos y mucho más lejos de ser un algo imposible de realizar.
Pese a nuestros errores podemos llevar a la práctica la “ley del amor”.
Todos podemos hacerla realidad en la medida en que confiando en la ayuda de Dios podemos salir de nosotros mismos y poner en práctica nuestra capacidad de amar.
No se nos pide nada que vaya a superar nuestras capacidades y, por ello, es muy bien aplicable el término “canga” para redondear la propuesta del Jesús.
Una propuesta que nos involucra.
Una propuesta que requiere el mejor de nuestros empeños.
Nos propone su yugo y nos señala el instrumento con el que podemos hacerlo posible.