domingo 19 de mayo, 2024
  • 8 am

Hay lugares

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

391 opiniones

Por el Padre Martín
Ponce de León
Hay lugares que nos pueden resultar inexistentes. Porque no los podemos imaginar o porque no queremos verlos. Son lugares que, desgraciadamente, aparecen a la opinión pública cuando alguna noticia policial hace referencia a su existencia. Son lugares que nos resultan desconocidos por su realidad. Por más dura que la realidad pueda ser no llega a ser motivo suficiente para darse a conocer. Sus viviendas no son antiguas como para despertar un llamado de atención. Por lo contrario sus viviendas son nuevas pero no poseen una arquitectura que pueda resultar llamativamente interesante. Casi todas las viviendas poseen uno o dos ambientes y una pequeña ventana y una muy sencilla entrada. En un trabajo esforzado una vivienda se levanta en muy pocos días aunque, luego de estar habitada, se continúa con su construcción. Son construcciones que no levantan polvo ni ensucian cuando se está realizando la ampliación de la construcción. La gran mayoría de las casas están levantadas con unos materiales que dicen de precariedad y transitoriedad. Precariedad puesto que muchos de os materiales poseen vestigios de ser descartes de alguna otra construcción. Poco a poco han ido surgiendo las distintas casas. Una muy cerca de la otra y ello no hace otra cosa que anticipar posibles conflictos vecinales – familiares. Sí, hay lugares donde la pobreza duele y suelen no ser mirados o tenidos en cuenta. Allí, en medio de costaneros que van construyendo viviendas, abundan los niños (la gran riqueza de los pobres) a los que no les importa mucho el frío puesto que corretean y juegan a la intemperie y la humedad. Sí, el frío no les impide corretear descalzos y con muy poca cantidad de abrigo. Corretean dejando ver unas piernitas muy flacas que sostienen unos vientres abultados y saltones producto de una muy mala alimentación. Abundantes mocos rodean su nariz y sus mejillas como resultado de ser limpiados con el antebrazo o la mano, que no hace otra cosa que desparramarlos por el rostro. Son esos lugares que, por más que la pobreza duele, gritan en silencio por una solidaridad que se haga cercanía. Allí no piden otra cosa que cercanía. Su grito es silencioso. Tan silencioso como van pasando los momentos esperando esa cercana solidaridad que reclama no se les deje solos. Sí, hay lugares que reclaman esa cercanía que Jesús pide se tenga y mostró con toda fuerza su realización a lo largo de su vida. Una vida donde la cercanía de pobreza o marginación. Una vida donde la cercanía era sacramento del Reino de Dios. Se acercaba al leproso, al hambriento, al endemoniado, al ciego o al paralítico para hacerles saber que “tu fe te ha salvado”. Nunca dejaba de escuchar el pedido silencioso, murmurado, deseado o gritado de su cercanía. Su vida era una constante respuesta a esos pedidos que se llegaban hasta él o, solamente, desde el borde del camino se formulaba a aquellos que por allí pasasen.
No buscaba tener simpatizantes ni seguidores sino simplemente no defraudar a esos reclamos de cercanía que le eran solicitados. Hay lugares que son un grito que solicita cercanía y desde su pobreza esperan en silencio una mano solidaria. Sin lugar a dudas Jesús está allí y espera su presencia no pase desapercibida sino que nos acerquemos a Él y juntos hagamos algo por esas personas.