viernes 3 de mayo, 2024
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La humanidad de Jesús

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
Dios se hizo hombre en la persona de Jesús.
Es una afirmación que, los cristianos, tenemos muy asumida.
Quizás no tenemos muy asumido lo que ello implica.
No pretendo escribir un artículo sobre todo lo que ello implica ya que mi capacidad no alcanza para tanto.
Simplemente me limitaré a esbozar algunas líneas sobre lo que, entiendo desde mis limitaciones, ello conlleva.
Lo primero que me surge es la certeza de que para conocer a Dios debemos descubrir a un ser humano.
A Jesús no podemos inventarle sino que, como a todo ser humano, debemos descubrirle.
Para poder descubrirle solamente tenemos un instrumento y el mismo es lo que nos dicen de él los relatos evangélicos.
No poseemos otro instrumento válido como para llegar a él.
Necesario se nos hace no quedarnos en lo que los relatos nos dicen sino que debemos saber llegar a la verdad que encontramos detrás de los textos.
Necesario se nos hace el tener una visión del conjunto de los relatos para intentar profundizar sobre la persona de Jesús.
Es descubriendo a la persona de Jesús que podemos descubrir lo que, con certeza, podemos descubrir de Dios.
Lo segundo que se me ocurre es que nada de lo humano le es ajeno a Dios.
Él, en la persona de Jesús, no solamente vivió todo lo nuestro sino que, también, se involucró en lo que hace al ser humano.
Todo lo de Jesús, porque es lo de Dios, fue una búsqueda constante de dignificar al ser humano recuperándole en su condición de persona.
Mucho más importante que la búsqueda de lo religioso de la persona fue, para él, la búsqueda de la dignidad personal que había que recuperar.
Su lucha contra el sistema religioso de su tiempo no tenía otra razón que el hecho de que las normas religiosas estaban por sobre las personas.
El sistema religioso marginaba personas y ello jamás es lo que pretende Dios.
Nada, desde la acción de Jesús, es más importante que la dignificación del ser humano en cuanto tal.
Solemos ubicar lo religioso por sobre lo humano y ello no ha sido lo realizado por Jesús, según los relatos evangélicos.
Recuperar la mirada de Jesús es poder poner en el centro de nuestra atención al otro como persona.
Hacer sentir al otro como persona debería ser nuestra principal quehacer en cuanto seguidores de Jesús.
En ello consiste nuestra responsabilidad evangelizadora.
Nuestro cristianismo no puede limitarse a un templo sino a lo cotidiano de nuestros días que es donde lo encontramos y hacemos vida.