miércoles 8 de mayo, 2024
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Dar lo que me hace falta

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce
De León
Mirábamos el domingo, próximo pasado, en un informativo de la capital, lo que se está haciendo por la gente en situación de calle, previendo que la venidera ola de frío, no mate a nadie. Lo primero que se comentó, entre nosotros que se tenía que dar gracias a Dios, por tener una buena sopa caliente, fruto de todo tipo de verduras y un techo para resguardarnos. Me pareció un conocimiento importante de la situación de estas personas que se quieren ayudar, el de poder llevarlos con sus “compañeros” o mascotas.
En más de una oportunidad por razones que no vienen al caso he tenido problemas con los perros que acompañan a estos individuos. Me han llegado a detener pensando que les iba a hacer algo a sus compañeros y como lamentablemente las personas duermen (muchas veces) bajo el efecto del alcohol o droga, no sienten la defensa que estos animales muy fieles les hacen, tenía que optar por retirarme y volver más tarde.
Se sabe que la pobreza existió, existe y existirá, pero creo que teníamos que pensar en el por qué se llega a esta situación. Más de una vez hemos visto en películas a gente que se calienta con un fuego prendido dentro de un tanque; con esto les quiero decir que no es solamente en nuestro país que sucede.
Mucha de esta gente no van a los refugios, argumentando porque no tienen donde dejar a “su compañero” y la otra que ahí, cuando se retiran les falta algo (los roban) y ellos no pueden andar con todo lo que tienen, con ellas arriba, entonces las dejan y cuando vuelven no están.
Razón por la cual, también existen los comedores o las ollas populares, y los merenderos. Que encierran en sí la señal de la posesión de un corazón enorme y un acto de desprendimiento sin medida, ya que es tal la compenetración de esas personas, que llevan adelante estos emprendimientos, que llegan a poner algo del poco dinero que tienen para comprar algo que les está haciendo falta. Dan también algo que es invalorable, que les roban a su familia y a ellos mismos, como es el tiempo.
Muchas veces esa comida o esa leche, tienen un sabor muy especial que está dado por una dosis muy grande de AMOR a lo que se está haciendo. Este gusto muy particular, no se consigue, no se compra, sino que nace del corazón. Para esta gente, que no cobra un peso por lo que se hace, tendrían que sentir satisfacción cuando se ve la olla vacía, nada de eso, sienten preocupación ya que es señal que están haciendo menos de lo que tendrían que hacer. Esa mirada la siente y la ve así, quien agrega ese condimento que les escribí recién.
Ojala y no porque no se termine nunca, tenemos que dejar que mueran de frío, que un chiquito tenga frío, a media tarde, en la barriga; que un ser humano se duerma con el peor compañero que puede tener: hambre.
Cuantos tiramos comida, cuantos comemos de más, cuantos decimos : eso no como porque no me gusta, y cuantos hay que no tienen nada que comer, nada para abrigarse y lo hacen con cartones o bolsas de naylon.
Los que nos decimos cristianos tenemos que aprender a ver a Cristo en cada uno de ellos, a valorarlos y aprender de ellos, dado que son seres humanos iguales a nosotros. Con virtudes y defectos; pero es más fácil ver lo malo en los demás que verlo en nosotros mismos.
Creo que tenemos que recordar que caridad no es dar lo que me molesta, lo que me sobra, lo que no uso, sino que todo lo contrario: es dar lo que me hace falta.