sábado 11 de mayo, 2024
  • 8 am

Como un ritual

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Tres veces a la semana se desarrolla el mismo ritual.
Las variantes son muy pequeñas y, por lo tanto, bien se puede hacer una generalización
Más a menos a la misma hora se abre el portón.
Generalmente allí ya espera uno de nuestros comensales. Viene a primera hora para bañarse y realizar tareas concretas.
Luego del baño dobla las servilletas y las coloca en los lugares que habrán de ocupar cada uno en el almuerzo. También pone los cubiertos necesarios y los vasos.
La mesa queda pronta y es lo primero que anuncia es día de “Mesa compartida”
Poco después, con otras personas, comienza la preparación de la comida.
Junto con la preparación de aquellas verduras y otros implementos que se habrán de utilizar se pasan momentos de conversaciones y saludos con cada uno de los que van llegando.
Con el paso del tiempo el aroma del tuco invade todos los lugares.
Todo dice que la comida está en marcha.
Mientras todo se limita a esperar, las conversaciones aumentan y algunos mates amenizan el tiempo mientras, por la televisión, se escuchan las novedades del día.
Cada vez que, por alguna razón, debe levantarse la tapa de la cacerola donde va tomando sabor el tuco, se eleva una gruesa bocanada de humo cargado de un aroma más y más poderoso.
Casi sobre medio día la rueda de las conversaciones se hace más y más notoria.
No falta quien habla en voz alta a los efectos de hacerse escuchar por sobre las conversaciones de los demás.
Alguna risa compartida remata el relato recién compartido.
En esa instancia cualquier tema es válido.
Fútbol, algún hecho de notoriedad, alguna noticia escuchada, el tiempo y sus anuncios de futuro, la salud de alguno de los presentes o cualquier otro tema que alguien ponga en el centro de la rueda.
Mientras esto sucede no falta quien, sentado un poco retirado de la rueda, duerme profundamente algún sueño postergado.
Están los que nunca hablan y se limitan a escuchar, los que apenas introducen algún bocadillo en la conversación y aquellos que llevan la voz cantante en las charlas.
Es, sin lugar a dudas, uno de los momentos más fuertes de la preparación de la “Mesa compartida”
Por sobre la comida que habrá de venir a continuación importa esa instancia de poder compartir, opinar o escuchar.
Sucede que varios de ellos pasan muchos momentos del día en soledad y aprovechan el momento para compartir opinando o, simplemente, escuchando.
Casi siempre más o menos a la misma hora llega el aviso esperado: “A la mesa”
Parecería como que se da vuelta la página del día y comienza la escritura de una completamente nueva.
Los primeros que reciben la comida son aquellos que llevan la comida a sus casas. Luego, cada uno ya ubicado en su lugar, va recibiendo un plato delante de sí.
Un largo silencio acompaña el primer momento. Un silencio que es roto por un infaltable: “¡Que silencio!” “Hay mucha hambre o está rica la comida”
Parecería que eso es la voz que autoriza a nuevas conversaciones que se prolongan hasta el final de la jornada.
Con la partida de cada uno todo vuelve a quedar en silencio y el cerrar la puerta hace saber que se ha cerrado una jornada más.
Queda alguna solicitud, algún comentario o alguna conversación mantenida.
Se retiran pero, en alguna medida, se quedan por un prolongado rato más.
Queda la actitud de alguno, la opinión que amerita ser repasada o el dicho que despierta una sonrisa.
Se van pero, como parte del ritual, ya comienza la preparación de la próxima jornada.