sábado 18 de mayo, 2024
  • 8 am

Un triste testimonio

César Suárez
Por

César Suárez

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Por Dr. César Suárez
Cada quien tiene su historia, acontecimiento que van construyendo la vida de cada uno y que una vez sucedidos se transforman en recuerdos que cada tanto reaparecen desencadenados por estímulos diversos y vuelven a la memoria explorando vericuetos que nos demuestran lo que hemos vivido y que somos esa misma persona por más que hayan pasado varias décadas de sucedidos.
Los reencuentros, las fechas, las conmemoraciones, ciertos objetos ciertos lugares suelen ser esa chispa que traen al presente acontecimientos que reavivan ciertas historias.
Cada catorce de agosto se conmemora en Uruguay el “día de los mártires estudiantiles” que coincide con la fecha en fue asesinado el estudiante de odontología, Líber Arce hace ya cincuenta y cuatro años, en ese tiempo, yo estaba lejos de escena intentando finalizar mi bachillerato en Minas para poder ingresar en la Facultad de Medicina.
Después, a este asesinato se fueron agregando varios más al cabo de los siguientes años que ahora, son recordados cada catorce de agosto.
En este momento me viene a la memoria una fecha especial, el primero de setiembre de mil novecientos setenta y uno, día que fue asesinado de un disparo en la espalda el estudiante Julio César Spósito Vitale de diecinueve años de edad.
Recuerdo especialmente ese día, yo ya hacía dos años que había ingresado a la Facultad de Medicina y estando en la biblioteca de la Facultad escucho cánticos de consignas de una manifestación de estudiantes frente a la facultad, en ese momento ya era hora de irme y decido volver a mi casa. Al bajar la escalinata de la facultad veo un numeroso grupo de estudiantes que se concentraban frente a la Facultad de Química y la presencia de algunos móviles de la Guardia Republicana, en esa circunstancia, con un portafolio en la mano, comienzo a transitar por la vereda de la facultad, por la avenida General Flores en la dirección de Palacio Legislativo ignorando en ese momento el motivo de dicha movilización. Al estar ya próximo a la esquina, veo un agente de la Guardia Republicana apuntando con un arma, tomada con ambas manos y comienza disparar hacia donde yo iba caminando. Ante esa inesperada sorpresa, salí corriendo, atravesando la Avenida General Flores a toda la velocidad que podía para refugiarme detrás de un viejo edificio de la Facultad de Química al que le llamaban “El Instituto”. Creo haber oído tres disparos y al quedar protegido por el edificio no podía creer que estaba sano, entonces aproveché la circunstancia para irme rápidamente de ahí hacia el lugar donde yo vivía que era cercano a la facultad.
Poco rato después, comencé a oír los comentarios de que habían herido a un estudiante y se lo había llevado al Hospital de Clínica para confirmar poco después, que el estudiante había fallecido.
Al día siguiente, acompañé una multitud incontable que desfiló detrás del féretro hasta el Cementerio del Buceo en una larga caminata, días verdaderamente tristes que se sumaron a tantos otros de nuevos mártires estudiantiles, Ibero Gutiérrez, Santiago Rodríguez Muela, Joaquín Klüver, Ramón Peré, Walter Medina, Nibia Savalsagaray y antes habían sido, Hugo de los Santo, Heber Nieto, todo consecuencia de un lago y oscuro periodo de represión irracional del movimiento estudiantil y que formaron parte de innumerable crímenes perpetrados durante la dictadura cívico militar.
Era época de reclamos diversos, muchos vinculados al presupuesto para la Universidad, como siempre fue y siguió siendo y luego con la dictadura que terminó con el cierre de la Universidad y por consiguiente de la Facultad de Medicina, protestas y manifestaciones que participábamos un gran número de estudiantes, la represión se fue haciendo cada vez cruel, llevándose detenidos a miles de personas por cualquier motivo donde a mí me tocó también caer en la redada y permanecer en “penitencia” en un cuartel, por más de cuatro meses por motivos que nunca me explicaron.
Fueron de madrugada, mientras dormía, me pusieron una capucha y me trasladaron a un cuartel.
Un día, me animé a preguntar a un oficial porque razón estaba detenido, me dijo que lo esperara y se fue a averiguar y volvió con la noticia que me iban a liberar, cosa que sucedió al día siguiente, pero yo ya había perdido mi continuidad curricular y tuve que esperar un año para reiniciar mis estudios.
Testimonio de una época triste de nuestra historia que no se debieran repetir jamás.