domingo 5 de mayo, 2024
  • 8 am

Modas y costumbres

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Cada cultura tiene sus costumbres que suelen ser adoptadas en casi todos sus términos por la gran mayoría de los pobladores y que, en ocasiones, son tan particulares que con sólo cruzarse con ellos podemos definir su origen.
Las costumbres relacionadas con la vestimenta a las que no estamos acostumbrados ver suelen sonarnos ridículas y no apreciamos lo ridículo de nuestras costumbres a los ojos de otras culturas, sin embargo, las costumbres de cualquier cultura suelen irse modificando hasta terminar por ser adoptadas por las nuevas generaciones que no quieren parecerse a las viejas generaciones y siempre van buscando conductas que diferencien unas de las otras.
Hace muchísimos años, tantos, que yo era estudiante liceal en la ciudad de Minas cursando segundo año y estando yo en un recreo hablando con un amigo, un día apareció un joven adolescente de nuestra edad proveniente de Montevideo, luciendo pantalones modelo Oxford, muy ajustados sobre los muslos y con botamanga que aumentaba exageradamente en su anchura en forma progresiva desde las rodillas hasta los pies que eran totalmente cubiertos por el final del pantalón.
Mi amigo y yo que éramos bastante “incultos”, lo observamos como un bicho raro y nos reíamos y comentábamos entre nosotros ¡qué ridículo! Ese pantalón se parece a una pollera y así seguimos intentando ridiculizar al recién llegado extendiendo nuestros comentarios a otros compañeros y el pobre tipo estaba solo, sin nadie que se le acercara y obviamente, sintiéndose observado por decenas de ojos discriminatorios hacia lo diferente, cultura impregnada casi desde los genes porque era lo que habíamos aprendido desde el nacimiento de la sociedad que nos rodeaba.
Lo curioso es, que la moda también tiene su fuerza y que los más audaces se comenzaban a animar de apoco y tímidamente a adoptar esa nueva moda en épocas que The Beatles hacían furor con sus canciones, vestimentas y pelo largo.
Pronto, todos andábamos con nuestros pantalones Oxford a cuesta, nuestros pelos largos y ya comenzábamos a mirar casi con desprecio a aquellos que no se habían “aggiornado” mientras nuestros mayores, de padres hacia arriba al igual que los vecinos, “ponían el grito en el cielo”.
Las señoras de entonces se vestían estrictamente con pollera y si a alguna mujer se le ocurría usar un pantalón era poco menos que excomulgada de la sociedad, y los comentarios y las miradas atravesaban de lado a lado a quien se había atrevido a innovar.
La realidad es que cada uno quiere ser diferente y tener su impronta personal pero los atavismos culturales no suelen perdonar al diferente y hay que tener una fuerte personalidad para aguantar el embate e imponer su impronta, no obstante, las modas van y vienen y como las chances no son infinitas, solemos volver por todo aquello que se descartó en algún momento y al final todos marchamos detrás de lo novedoso al punto que cuando yo era adolescente, si por descuido o por falta de recursos tenía que vestir con pantalón desgastado o roto, se sentía avergonzado y trataba de evitar presentarse en público, ahora, si un joven anda con un pantalón sano aparece como fuera de moda porque la tendencia actual es usar pantalones que lucen viejos, desgastados y con numerosos trabones debidamente programados por los que se paga mucho más que por un pantalón totalmente sano.
Las ideas se renuevan y el sentido de la estética también y ahora, en un mundo tan universalizado las tendencias van cambiando en forma simultánea pero los más veteranos seguimos aferrados a las antiguas modas y costumbres, pero ya nada nos asombra, estamos curados de espanto pero son las nuevas generaciones que se espantan cuando ven a un veterano usando un atuendo juvenil y se expresarán a coro diciendo “qué desubicado”.