jueves 28 de marzo, 2024
  • 8 am

Vacía

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
El calor se había hecho sentir durante el día.
Un poco antes del atardecer una brisa comenzó a soplar.
Pese a estar arrugadas por el efecto potente del sol las ramas de los árboles se movían con suavidad.
Tal cosa me llevó a sentarme a la intemperie para disfrutar la recién comenzada noche.
Pero, por sobre todas las cosas, poder disfrutar de una luna que brillaba con intensa luminosidad.
Contemplaba la luna y llamó mi atención el hecho de que, la misma, se encontraba vacía.
En reiteradas oportunidades había podido contemplar a aquel ser hamacándose en ella.
Sus manos grandes aferradas a los tirantes de la hamaca ayudaban a su cuerpo a que el columpio subiese y bajase con mayor velocidad.
Subía y bajaba y en su rostro crecía, con cada movimiento, una sonrisa cada vez más notoria.
Sonreía y su rostro se llenaba del blanco de una dentadura perfecta que hacía luminosa y perfecta a aquella sonrisa.
Se hacía imposible no observar con ojos grandes a aquella persona que con tanto disfrute se columpiaba en la inmensidad de la luna.
Ayer la luna estaba vacía.
Quizás, por alguna razón, han quitado la hamaca.
Quizás alguna otra actividad le ocupó en otra tarea.
Quizás porque no sintió el deseo de visitar la luna para hamacarse en ella.
Lo real es que la luna estaba vacía.
Ello hacía que pareciese más inmensa y lejana.
Ello hacía que extrañase los diversos colores de sus paisajes.
Colores que disfrutaba mucho intentando descubrir y que, en oportunidades, no atinaba acertar o definir.
Mucho me llamó la atención el hecho de que ayer descubría que la luna estaba vacía.
Solamente estaba la luna con su propio color.
Solamente estaba la luna con sus brillos y sus sombras.
Podía ser muy disfrutable si mi atención no se detuviese ante el hecho de que se encontraba vacía. No había hamaca ni alguien utilizándole.
Ese vacío me llegaba y no podía dejar de sentir su presencia en una realidad que, tantas veces, me había refugiado y abandonado.
Mientras tanto la noche permitía disfrutar de un clima muy agradable en contraposición a lo que había sucedido a lo largo de la jornada.
Mientras contemplaba a la luna vacía podía observar a uno de los huéspedes de la parroquia durmiendo a la intemperie. Duerme a la intemperie para huir, cosa entendible, del calor de su pieza.
Duerme envuelto en una manta y alguna prenda tapando sus ojos ya que se acuesta en algún lugar que tenga luz “Para ver quien se acerca”
Nunca pudo superar lo que, en una oportunidad, le tocó vivir cuando estaba en la calle. Algún mal entretenido le descubrió durmiendo y no tuvo mejor idea que arrojarle trozos de una baldosa rota. Uno de esos trozos golpeó en su nariz produciéndole una herida con un importante sangrado.
Él no está interesado en contemplar a la luna y por ello envuelve sus ojos con alguna prenda que encuentra al alcance de sus manos.
No podía explicarle lo que significa la luna para mi existencia.
No podría pretender entendiese lo gratificante que representa en mi existencia.
No podía preguntarle si lograba divisar a la hamaca o si veía a alguien utilizándole puesto que, tal vez, se habría burlado de mí.
Por ello es que, con un vacío en mi interior me retiré a intentar dormir mientras, tal vez, podía soñar, una vez más, con la luna y sus paisajes plenos de colores.