sábado 9 de noviembre, 2024
  • 8 am

Un presidente ordinario

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Minervine

Por Gustavo Varela
El nivel del discurso y relacionamiento político ha sufrido un deterioro muy grande con respecto a un pasado reciente donde los entendidos fijan el momento en que se produjo con el advenimiento de José Mujica a la presidencia de la República apuntalado por los grupos de extrema izquierda del país.
Todos recuerdan los exabruptos del ex presidente, dirigidos hacia los entonces dirigentes de la oposición, que hasta mandó a vigilar a sus esposas dijo, aunque como practicaba la inclusión, también estaba dirigido a los esposos en caso de que los dirigentes fueren del género femenino.
Acá en Salto, lo padecemos del otrora Intendente en ejercicio (hoy es Chiriff), quien de ser una persona que se manejaba con parámetros normales, parece que se disfrazó de adorador del estilo “mujiquista”, y pasó a referirse a los dirigentes de la oposición, como así también al Presidente de la República, en términos totalmente chabacanos, y fuera de lugar.
Esto viene a cuento, por cuanto el presidente del FA, Fernando Pereira, a raíz del desgraciado caso Penadés, cargó públicamente contra los dirigentes del Partido Nacional expresando “ellos tienen un problema, están más enojados porque Penadés les mintió en la cara que por las víctimas de las cuales abusó”.
Ante esa declaración, el Partido Nacional le solicitó que se retracte, ante lo cual el presidente del FA expresó que no lo iba a hacer, y que solamente se disculpaba por generalizar, aunque no aclaró en quien personalizaba la crítica.
Toda una definición del estilo pepista
Realmente estos casos, que lo hacen en forma patoteril, como lo expresó el Presidente de la República, “cuando estoy frente a frente, no se animan a decírmelo en la cara”, dan muestra de a lo que ha llegado el nivel de relacionamiento que se tiene hoy día, entre los dirigentes, y entre los partidos políticos entre sí.
No hace muchos años, se tenía un enfrentamiento, que es natural que se tenga, pues el juego político lleva a que los que están en el llano quieren sacar del poder a quienes lo ostentan, pero se tenían límites, códigos, que no se traspasaban, porque la lucha era política y no personal.
Batlle y Ordoñez y Herrera, Sanguinetti, Seregni y Wilson en lo nacional, Malaquina y Minutti en lo local, son muestras de enfrentamientos políticos que eran apasionados y sin claudicaciones, pero que unos y otros y los dirigentes que seguían a esos líderes, se enfrentaban, con ardor y pasión, pero con nobleza y altura, cosa que hoy escasea totalmente.
Con toda seguridad sea la falta de contenido e ideas que se nota en la dirigencia, la que apela a la fotito en las redes sociales, a la campaña del “vamo arriba” sin proponer soluciones, la que lleva a cabo la promoción personal utilizando los recursos del Estado la que le da lo mismo defender algunas ideas y posteriormente defender otras utilizando el “así como te digo una cosa, te puedo decir la otra”.
Yo prefiero aquella dirigencia, que no te susurraba al oído lo que querías escuchar, sino que te decía claramente lo que iba a proponer aunque no te gustara escucharlo la que tenía ideas claras de dónde se viene y a dónde se quiere ir, todo eso dentro de un relacionamiento civilizado entre los dirigentes, y los diferentes partidos, pues es lo mínimo que hay que respetar, y que fue el diferencial, que nos hizo diferentes de todos los sistemas políticos del barrio sudamericano.
En materia política, la ordinariez es un beneficio a corto plazo que se vuelve en contra a mediano y largo plazo.