viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

Padres abandonados

Gisela Caram
Por

Gisela Caram

73 opiniones

Ps. Gisela Caram*
En relación a las pautas de educación y crianza, el siglo XX se caracterizó, por el orden y la disciplina. La educación en base a reglas y exigencias.
El siglo XXI se visibiliza con cambios importantes en todos los niveles.
Las etapas de la vida siguen siendo las mismas, se han movido un poco más, un poco menos, parece que los niños hoy son más vivos y más inteligentes; que los adolescentes siguen siendo adolescentes hasta los treinta años, que los adultos no vivieron sus adolescencias y las viven a los 40…
La sociedad viene cambiando, el mundo laboral también y los jóvenes van acompasando como pueden sus vidas.
Cada uno busca su bienestar, su eje, sentirse bien.
Se desprende que lo que la mayoría de los seres humanos buscamos, es la satisfacción.
Para lograr esa ilusión de completud, el placer, a veces actuamos sin “notar” qué nos sucede, o por qué hacemos lo que hacemos.
Nadie quiere sentirse mal.
Y para esto, el costo es elevado.
Los jóvenes hoy parecen anestesiados en sus vidas afectivas. Se ven muy “conectados” desde sus celulares, muy comunicados, pero en realidad, ¿cómo “se comunican?”
Ellos piensan que sí lo hacen, pero la realidad es que no existen los diálogos.
Se comunican a través de textos. Nadie quiere hablar…
Hay padres que se sienten abandonados por sus hijos, o porque han reducido o perdido la comunicación, o alejados porque cada uno está en su propia vida. Los jóvenes hoy, están en ellos mismos. La individualidad ha ganado terreno.
Muchos hemos estado pendientes en relación a qué se esperaba de nosotros como padres, o cómo hijos….sujetos a mandatos, sintiendo que se tenía una deuda con los progenitores, una deuda inconsciente que implica devolver lo recibido, y eso, de diferentes maneras.
No es lo que pasa con la mayoría hoy. ¿La afectividad cambió?, no, es que está bloqueada, anestesiada, protegida, y eso se extiende a los padres. También las relaciones de pareja son más complejas, y difíciles de concretar, porque eso implica un terreno incierto
El amor significa, entrega al otro. Y el otro puede ser alguien a quien se teme.
Ha desaparecido la espontaneidad, dando lugar a lo racional, esquivo, para cuidar la emocionalidad y evitar el sufrimiento.
Cada uno desde su adentro, regula sus emociones para cuidar su alma.
Nos cuidamos del dolor, de los fracasos, creemos que los fracasos dependen de nosotros mismos y evitamos “el otro” para evadir el sufrimiento. Y sin otro, no hay vida, no hay amor.
El amor de hoy no corre riesgos, solo busca garantías, y como eso es imposible en los afectos, es difícil jugarse, así nos quedamos en nuestras zonas de confort. Lo conocido, lo inamovible, lo que no pone en riesgo nuestras fragilidades, sobre todo, nuestra estabilidad para funcionar en otras áreas
¿Somos libres o vivimos sometidos a nuestro mundo interno?
El mundo interno es lo que nos impulsa a hacer lo que cada uno cree que “se debe hacer”. Eso, da cuenta que somos esclavos de nosotros mismos.
¿Soy libre en tanto vivo dependiendo de estar comunicada a través de un celular?
¿Soy libre en tanto necesito mirar una, dos, tres o cien veces al día mi teléfono?
¿Soy libre en tanto mi humor varía cuando veo una foto, o lo que sea, en las redes, que no me agrada?
Más allá o más acá de las formas de crianza que hayamos tenido, de la afectividad trasmitida de padres a hijos, de la educación religiosa, las creencias, las reglas, la sociedad va moldeando nuestras conductas.
Las personas van abandonando sus formatos y adaptándose al mundo que vivimos.
Los jóvenes de hoy viven como pueden, evitan el displacer, buscan sus caminos.
“SUS CAMINOS”, que son diferentes a lo que cada uno desearía, pero son para ellos, no para lastimar al otro. Por cuidarse como pueden desde una sociedad exigente y competitiva.
Buscan lo menos displacetero, donde no haya riesgo de dolor, aunque el precio de esto, sea alargar las etapas de la vida, no comprometerse en relaciones amorosas, vivir solos, o no amar, más que a sí mismos.
*Especialista en vínculos