viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

De revolucionarios a conservadores

Fulvio Gutiérrez
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Fulvio Gutiérrez

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Dr. Fulvio Gutiérrez
El reciente levantamiento popular contra la dictadura cubana, me hizo repensar en algunos conceptos que en ocasiones se asumen en el transcurso de la vida como si fueran paradigmas, o sea una idea o un concepto de esos que no se discuten. Son ideas que se aceptan, se incorporan a nuestro pensamiento más profundo y que, con el trascurso del tiempo, se vuelven inamovibles, casi imposibles de cambiar. Esto se genera sin que realicemos, luego de incorporadas, el necesario proceso periódico de evaluarlas a fin de ver si continúan vigentes o si no se han desnaturalizado.
La aceptación de esas ideas hace difícil que, pese al trascurrir del tiempo, aceptemos algún cambio en su esencia, y a veces hasta nos oponemos a aceptar cambios secundarios. Es decir, por nuestra propia naturaleza humana, todos nos transformamos en conservadores.
Siguiendo con el ejemplo de Cuba, recordemos que cuando los revolucionarios comandados por Fidel Castro ingresaron en la Habana un 31 de diciembre de 1959, era un movimiento militar que, harto de la dictadura de Fulgencio Batista, había recurrido al uso de la fuerza para dar un golpe de Estado, provocando esa misma noche la disparada general de Batista y su gente fuera de Cuba. Batista representaba un gobierno dictatorial conservador, y Castro la revolución que aspiraba a cambiar todas las estructuras del Estado cubano.
Hoy, a 62 años de aquellos hechos que conmocionaron al mundo, el gobierno de Cuba mantiene una ideología que se autodefine como marxista-leninista, que implantó a poco de haberse consolidado la revolución. Es decir, la dictadura de Batista se cambió por la dictadura de Castro. Y la dictadura castrista, ha sido un exitoso fracaso. Pero la izquierda lo apoya y lo defiende, porque quiere conservar la idea de que en Cuba existe ese sistema de gobierno. Por tanto aquellos que eran revolucionarios, pasaron ahora, a ser conservadores. Esto es, quieren conservar lo que crearon en 1959.
Si generalizamos esta idea a muchos órdenes de nuestra vida, veremos como ese brusco cambio se da en la realidad. Cuando el hombre pretende cambiar algo, lucha por ello, y si lo consigue, luego lucha por mantenerlo. No es una incoherencia, sino es algo que está dentro de nuestra propia esencia de ser humano.
Es la realidad que nos lleva a defender aquello que hemos logrado y en lo cual creemos. Pero la realidad cambia, y cada opinión sobre un hecho determinado, debe basarse en esa realidad, y sirve en todo caso, para esa realidad y no para otra, Sin embargo, cuando nos dejamos ganar por el natural espíritu conservador, queremos mantener esa realidad primaria y rechazar cualquier opinión contraria a ella.
Es por esta razón que los demócratas, que tendemos siempre a defender las bases esenciales de dicho sistema, debemos estar atentos a fin de no convertir nuestros principios en trabas absolutas para la mejor evolución del sistema democrático. Evolución, que no revolución, debe ser nuestro principio rector, el que nos permitirá mejorar la democracia haciéndola útil a los tiempos específicos en los que la misma sea aplicada como sistema de gobierno y coexistencia humana.
De no ser así, seremos como los presuntos revolucionarios a los que refiere el título, que se han convertido en los peores conservadores.