viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

El monte

César Suárez
Por

César Suárez

202 opiniones

Por el Dr. César Suárez
Cada día que empieza, cada uno de nosotros se va generando, su propia historia aún no vivida, la mayoría de los acontecimientos son tan rutinarios que casi que pasan desapercibidos y casi olvidados o quedan escondidos en un rinconcito de nuestra memoria, pero en ocasiones suceden cosas, esperadas o no que terminan de ser trascendentes para un individuo, para una familia, o para toda la comunidad.
Cuando de repente me pongo a repasar mi larga historia, sin duda que ha habido acontecimientos marcadores y que vuelven a la memoria por la trascendencia que han tenido.
Lo que voy a relatar ahora, no es que haya marcado mi vida, pero jamás me lo olvido. Creo que sucedió hace más de treinta años.
Yo, a pesar de haberme criado en mi niñez y adolescencia en el campo, las necesidades de la vida joven y adulta, me llevaron a la ciudad y a partir de ahí estuve más vinculado al hormigón que a la naturaleza.
Cuando finalicé mi especialidad de dermatólogo, a pesar de haber nacido en departamento de Lavalleja, terminé formando familia con una Salteña y terminé recalando en la ciudad de Salto ya hace más de cuarenta años.
A esa altura ya me había hecho un hombre de ciudad, pero los hombres de la familia de mi señora tenían la costumbre de juntarse algún fin de semana e irse a acampar en “el monte”.
Enseguida me quisieron integrar a mí, a esa costumbre, pero yo, durante un tiempo me resistí, no me atraía demasiado la idea, pero un día, después de tanto insistir, terminé por aceptar la invitación de mi suegro y mi concuñado, el Microscopio, casi por cortesía.
Prepararon todo, una lona para hacer una carpa, artes de pesca, una chalana, abrigos, algunos recipientes, una linterna y no muchas más cosas porque la idea era vivir en la naturaleza y de la naturaleza.
Cargamos todo en la caja de un camión y junto a otros “aventureros” conformados por amigos, marchamos para “el monte”. En mí se mezclaba un sentimiento de incertidumbre y curiosidad.
Yo pensaba en algo así como una suerte selva agreste aislada de la civilización.
Salimos de la ciudad y pronto, instalados en la caja del camión, comenzó el traqueteo de un camino cribado de pozos en la medida que en el horizonte se dibujaba el perfil de la ciudad que íbamos dejando atrás, a poco más de media hora de andar, el camión paró y yo pregunté ¿Qué pasó?, me dijeron, nada, ya llegamos. ¿Cómo que ya llegamos? La ciudad estaba aún a la vista. ¿Esto es el famoso Monte?
Estábamos a la orilla del Uruguay en un paraje llamado Corralito y rio de por medio, estaba la ciudad de Concordia, ahí a la vista, a pocas cuadras. ¡Vaya aventura!
Descargamos todo, nos instalamos debajo de un árbol y pronto empezó a hacerse la noche.
Yo ya empezaba a tener hambre y no había nada para comer, había que salir a pescar, para peor, lo único que picaban eran los mosquitos y lo único que sacábamos eran unas mojarritas diminutas.
Un enjambre de mosquitos, me volvía loco, un calor insoportable, y yo envuelto en una frazada de pie a cabeza, mirando por un agujerito para zafar de las picaduras.
Casi nada para comer, subimos en una chalana para ver si pescábamos algo y nos instalamos en la mitad del río a donde los mosquitos no se atrevían, horas sosteniendo la caña de pescar sin casi ningún resultado.
A eso de las dos de la mañana, volvimos a la costa, parecía de los mosquitos se habían ido a dormir y yo quise hacer lo mismo pero el piso no era muy cómodo. Al final me dormí, era pleno verano, un calor intolerable, ya a las cinco de la mañana, empezó a clarear. A esa hora, tomaron turno las moscas, un enjambre insoportable y yo envuelto en la frazada, muerto de calor, para protegerme de los nuevos insectos.
Por fin llegó la tarde y la tardecita y antes que tomaran turno los mosquitos partimos de regreso.
Volví hambriento, mugriento, lleno de ronchas, con un cansancio y un sueño descomunal. Esa fue mi primera y última aventura en el monte.
La verdad que a mí me encanta la naturaleza, pero desde ese entonces, prefiero observarla en TV, Natural Chanel y a resguardo de los insectos y avatares climáticos.