domingo 5 de mayo, 2024
  • 8 am

Dos virtudes

Sebastian Suárez
Por

Sebastian Suárez

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Por Gerardo Ponce De León
Me enviaron un mensaje que decía: “lo que te hace rico no es cuánto dinero tienes en tu cuenta bancaria, sino cuanta alegría y paz tienes en tu corazón”. No creo que haga falta explicar esta gran verdad; pero es común pensar lo contrario y no darle alegría, ni paz a la vida de cada uno de nosotros.
Es muy cierto que el dinero abre puertas y despierta, ya sea admiración, respeto y fama. Todo esto, (y algo más) alimenta nuestro ego y nos hace creer superiores o intocables, frente a los demás. Pero el dinero, al ser algo material y pasajero, puede esfumarse de nuestras manos, y volvemos a estar como Dios nos mandó al mundo. Vemos desaparecer todas nuestras amistades fugaces, que no estaban a mi lado, por lo que soy sino por lo que tenía.
Esto también viene bien a todo nivel de nuestra vida. Ya lo decía el Papa Francisco, en uno de sus primeros sermones, en el que les pedía a los cristianos que hagan ruido, no tengan miedo, tengan olor a oveja y que seamos alegres. Nos quiere decir que seamos felices, sinceros y con ello, sin darnos cuenta, vendrá la paz. Los sinsabores, los dolores, son los alicientes que nos dan fuerza para seguir adelante, sabiendo que el camino tiene piedras de todo tamaño, pero que adelante, superando los obstáculos está nuestra realización como seres humanos.
Todas estas virtudes son lo contrario al dinero, no se palpan y se viven internamente, y basta con preguntarnos, ¿quién puede comprar alegría o paz? Y podría seguir preguntando tantas cosas que son imposibles de adquirir con dinero, pero si lo adquirimos viviendo con alegría y paz. Nuestra realización comienza mirando a nuestro lado, aprendiendo a ver al ser humano que está a mi lado, ya que no hay que buscar a prójimo en el cielo, está acá, en la tierra, a tu lado. Y si aprendemos a verlo, llegará a nosotros la alegría y la paz.
Disculpen si soy reiterativo con estas dos virtudes, pero el mundo de hoy nos está llevando a olvidarnos de los otros, a ser egoísta, ya que el consumismo y el mal uso que se le da a la tecnología, nos encierra y nos enceguecen. Todos caemos, nos equivocamos, nos cuesta superar las dificultades que a diario se nos presentan, y ahí nos damos cuenta que la atracción de lo mundano es muy fuerte. Pero también me pregunto ¿si tal puede, porque no intento hacer lo mismo? Ese camino que vamos a recorrer tendrá mi impronta, mi forma, pero con un fin común e igual a todos los que buscan el bien del prójimo.
Sé muy bien y porque lo vivo, que no es fácil, que cada día son más grandes los obstáculos a vencer, pero estoy convenció que en la medida que lo llevemos a cuesta, más profunda será la huella que iremos dejando en nuestro camino. Muchas veces se nos caerá la carga, pero lo importante es saber comenzar de nuevo y seguir adelante. Sé que no es fácil, que más de una oportunidad he dejado la carga, que mi huella se ha borrado con la primera brisa que ha soplado; pero tengo que volver a empezar con alegría y paz. Miren que es muy lindo escribirlo y muy distinto el vivirlo.
Lo único que pido es que Dios me dé fuerza para poder “cargar” de nuevo lo perdido, alegría para hacer más llevadero el camino, vista para ver al prójimo que está a mi lado, porque sé que si logro esto, voy a tener como recompensa la paz interna que muchas veces me hace falta.