viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

Perfeccionistas

Gisela Caram
Por

Gisela Caram

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Ps. Gisela Caram*
Más de una vez nos encontramos con personas perfeccionistas en todo lo que hacen.
Viven prisioneras de exigencias extremas, consigo mismas y con los demás.
No se permiten equivocar en nada, y cuando les pasa, se sienten frustrados, insatisfechos y el malhumor los invade.
Estas personas sienten un gran sufrimiento cuando lo que hacen, no sale “perfecto”.
En los comportamientos perfeccionistas, no puede existir el error ni la falla.
La padecen.
La excesiva organización, la necesidad de reasegurarse preguntando muchas veces la consigna por temor a equivocarse, a fracasar, es un común denominador en sus conductas.
Estos comportamientos afectan a quien lo tiene, y a quienes los rodean.
Cuándo se inicia?
En la etapa escolar, donde las creencias son de ser querido, solo si se brilla. No basta una buena nota, sino la mejor.
La expectativa de estos niños, es que los padres, solo lo aceptarán, si llegan con un excelente.
Cuando sienten que no les va tan bien, cualquier mirada, palabra es decodificada y resguardada en el sistema de creencias limitantes; esas que te marcan toda la vida.
Se identifican con padres muy autoexigentes en sus cosas laborales y con poca capacidad de disfrute.
Generalmente desarrollan ansiedad, y se pasan buscando tener todo organizado para sentirse bien.
Se esfuerzan muchísimo en ser niños buenos y la seriedad y responsabilidad, los acompaña, desde muy chicos.
Esto lleva a observarse y vigilarse permanentemente, para evitar la crítica de otros.
Cuando no se sienten satisfechos consigo mismos, la angustia, el sentimiento de inferioridad, vergüenza, rabia, culpa, temor al castigo, inundan su mundo interno.
Como ayudarlos?
Como estos niños se relacionan desde la exigencia, sus relaciones sociales son limitadas.
Cuidarlos de no caer en comportamientos obsesivos, donde si no le salen las cosas como las planificaron, se enojan, desatan su agresividad por la baja tolerancia a la frustración.
Ser cuidadosos en hacer juicios de valor, que buscan permanentemente.
Como viven en la exigencia y no hay lugar para el disfrute, ayudarlos a tener actividades recreativas, aire libre, deportes, de manera de bajar un cambio cuando buscan ser censurados, cuando solo esperan “severidad” de los demás.
Si bien estos niños son muy inteligentes e impecables en sus acciones, una mirada que no solo valore lo intelectual, ayudará a aflojar la exigencia curricular.
Cuando se equivocan, poder enseñar el camino de la aceptación de los errores, explicar una y mil veces, que somos humanos, y, a todos nos pasa.
La línea que deben seguir padres y maestros es el de ayudar a “aceptarse” a sí mismos, sin tener que llegar a estándares ideales que existen solo en su mundo interno.
Actuar permisivamente no hará que el niño cambie, sino que lo ayudará a disminuir su vulnerabilidad y sufrimiento por no llegar a los ideales de cómo tienen que salirle las cosas.
Superar esto, tiene que ver con bajar el nivel hostil de autoexigencia.
No vivir regido por metas altísimas, superiores a la de los demás.
No juzgarse todo el tiempo.
No obsesionarse por controlarlo todo.
No temer a perder el equilibrio.
Conformarse con sus logros, y abandonar la insatisfacción que los acompaña.
Reafirmar que son amados incondicionalmente.
Ayudarlos a no solo “hacer lo correcto” y querer acomodar lo incorrecto de los demás, sino aceptar a los demás como son y aprender a equivocarse, no ganar, y poder valorizar otras instancias de la vida, como el ocio, la amistad, otras cosas que son imperfectas y disfrutables, para así vivir la vida más descontracturados.
*Especialista en Vínculos