viernes 26 de abril, 2024
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Andanzas de los charrúas (IV) El espectacular rescate de una cautiva

Leonardo Vinci
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Leonardo Vinci

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Por Leonardo Vinci.
Existen colectivos que condenan severamente lo sucedido hace 200 años en Salsipuedes- aún sin conocer exactamente cómo ocurrieron tales hechos- rasgándose las vestiduras ante lo que llaman «genocidio», «masacre», «terrorismo de estado», etc.
Sin embargo, no los escuchamos decir una sola palabra en defensa de los derechos humanos de quienes fueron víctimas de los charrúas, avasallados, esclavizados o asesinados en los campos casi desiertos del norte del Río Negro.
Precisamente, en esos parajes se concretó a mediados de 1801 uno de los rescates más profusamente documentados de aquel tiempo.
En el Cuartel General del Yacuy, el Capitán Jorge Pacheco, tras haber comandado la operación militar que liberó a la cautiva María Isabel Franco, secuestrada por los charrúas, escuchó su testimonio.
La desafortunada mujer contó que una tarde, alertada por el ladrido de los perros, vio llegar un malón de indios dando alaridos.
Corrió a meterse dentro del rancho mientras su esposo atinó a tomar un cuchillo para defenderse.
Declaró la mujer que escuchaba todo dentro de la casa, a la que ingresó otro de los indios «y agarrándola de la mano empezó a registrar y sacar cuanto había dentro, lo cual repartió entre los que estaban en la puerta, llevándola siempre agarrada hasta el corral de caballos…».
Fue entonces que ejecutaron al marido en su presencia, dejándolo desnudo, amarrado y lleno de heridas. La alzaron en un caballo en pelo y marcharon de regreso a la toldería.
Como no sabía andar bien a caballo, Isabel cayó a tierra por lo cual fue maltratada con muchos golpes de los infieles.
A poco de andar volvió la vista atrás y vio ardiendo su rancho. Las lágrimas prorrumpieron incontenibles de sus ojos.
Narró también que al día siguiente, «sobre la marcha hallamos unos corredores de ganado a quienes (los indios) despojaron de los caballos, dando muerte a dos (de los corredores)».
La joven Isabel Franco- de unos 20 años de edad- pasaba a ser cautiva de los charrúas y viviría un infierno en los próximos 17 meses.
Sobre estos hechos, el antropólogo Daniel Vidart dijo que «… a partir de los trabajos de Eduardo Acosta y Lara (La guerra de los charrúas, 1961) quedó demostrado con fehacientes datos, para desencanto de los que hacen trepar las cualidades de estos guerreros a la cumbre de la excelencia y los convierten en dueños de una espiritualidad y una moral superiores a las del «hombre blanco», que aquellos indígenas – seres de nuestra especie que compartían con las humanidades de todos los tiempos defectos y virtudes- hacían prisioneros de toda laya para venderlos como esclavos a los portugueses, con quienes muy bien se entendían».
Ha dicho Javier Suárez- y yo lo comparto plenamente- que bien se puede afirmar que las tolderías charrúas fueron unos de los primeros centros clandestinos de detención en el Río de la Plata. La afirmación no excluye los raptos de «otras» mujeres por fuera de la órbita eurocéntrica («infieles», esclavas africanas, afrodescendientes, indígenas guaraníes misioneras), muchas de ellas sin nombre y en el olvido.
«Tal vez sea el tiempo de interpelarnos y preguntar hasta cuándo seguiremos aceptando una cultura basada en el secuestro y la esclavitud de mujeres como elemento de identidad nacional».
(Continuará)