lunes 6 de mayo, 2024
  • 8 am

Pateando contra un clavo

César Suárez
Por

César Suárez

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Por Dr. César Suárez
He estado leyendo en una nota publicada por Diario Cambio el pasado miércoles diez de agosto acerca de la situación carcelaria en nuestra ciudad donde están alojadas y privadas de libertad alrededor de seiscientas personas de las cuales, sesenta son mujeres y según destaca la nota, la mayoría están presas por vinculación con la comercialización de drogas.
Yo recuerdo haber visitado la cárcel en varias oportunidades convocado para actividades educativas, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa.
En muchas ocasiones asistí a detenidos que eran trasladados al hospital por alguna afección vinculada a mi especialidad y recuerdo, que, de acuerdo a comentarios de la época, en un determinado momento la cárcel estaba desbordad con poco más de ochenta presos.
En una ocasión me trajeron a una consulta a una mujer presa y esa oportunidad me comentaron que había en esa época, tres mujeres detenidas que estaban alojadas en alguna parte de la Jefatura de la Policía, pero ninguna vinculada al comercio clandestino de drogas.
Bueno, se ve las cosas han cambiado en forma dramática en las últimas tres décadas en lo que tiene que ver con la adicción y comercialización de drogas ilícitas está siendo uno de los motivos más importantes en la sobrepoblación de las cárceles.
Parece ser que, en la sociedad actual, el consumo de estupefaciente en un fenómeno incontrolable y las bandas delictivas encuentran un lucrativo nicho en esta tendencia social que cuanto más se reprime, más crece saliendo fortalecidas las organizaciones criminales que montan sus negocias favorecidos con las cosas que la ley prohíbe.
La realidad real es que el un alto porcentaje de la población consume drogas, muchas legales que se consiguen en el mercado formal y otras, que son ilegales, en mercados paralelos que resultan altamente redituables para las organizaciones criminales, tanto, que son capaces de asesinar a quienes se crucen en su camino.
Un muy alto porcentaje de personas consumen a diario grandes volúmenes de drogas legales, (alcohol, tabaco, ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos, marihuana legal) que son comercializados en bocas legales y otro gran número de personas, consumen drogas prohibidas provistas por bocas ilegales, clandestinas que generan grandes ganancias a las organizaciones criminales y proveen de presos de ambos sexos, muchos por ser adictos y otros por necesidades económicas vitales que son hábilmente aprovechadas por narcotraficantes y que llevan a que las cárceles se desborden, se destruyan familias creando nuevos criminales, donde mayoría que ya no tienen vuelta a atrás.
Parecería que todo ha llevado al cabo de los años a las autoridades patear contra un clavo, cuanto más se patea, más daño hace a toda la sociedad, cada vez se invierten más recursos, se generan nuevas cárceles, en el año dos mil había cuatro mil cuatrocientos presos en el país y ahora se ha superado la cifra de catorce mil, mientras la población general se mantiene estancada desde entonces en menos de tres y medio millones de habitantes y un muy alto número de esos presos están vinculados al comercio ilícito de estupefacientes.
¿No será hora de dar vuelta la mirada y que el Estado se haga cargo de un negocio que ha demostrado que cada vez es más incontrolable, en que cuanto más se reprime más se expande?
¿No será necesario comenzar a pensar a pensar afuera de la caja y dejar de apuntar al clavo porque nos está lastimando en cada milímetro de toda nuestra humanidad?
Hace cien años la ley seca, prohibiendo el consumo de alcohol en Estados Unidos generó el mayor estímulo a la proliferación de organizaciones criminales y tuvieron que cambiar la estrategia para combatir ese fenómeno, legalizando el acceso al alcohol en forma y organizada, reglamentando el consumo, cobrando impuestos y generando fuentes de trabajo legítimas ante la ley, teniendo en cuenta que la gente con autorización o sin ella igual consumía alcohol.
No será hora de apropiarse del clavo en vez de seguirlo pateando.
Cuando el escenario no cambia, no hay otra opción que adaptarse a esa nueva realidad para poder reorganizarla con el menor daño posible.