lunes 6 de mayo, 2024
  • 8 am

Ruidos molestos

César Suárez
Por

César Suárez

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Por Dr. César Suárez
El oído humano es uno de los cinco sentidos que nos comunican con el medio ambiente y con las demás personas. Es un órgano extraordinario que tiene la capacidad de percibir sonidos y discernir entre ellos a través del adiestramiento, identificarlos y tener la percepción de lo que lo rodea.
El oído necesita de un entrenamiento para poder interpretar cada sonido que les llega, palabras, música, ruidos y de ese modo comunicarse con otras personas, disfrutar de una melodía, identificar en el entorno, si hay viento, lluvia, sonidos emitidos por las aves o cualquier otro animal, ruidos agradables o desagradables, advertir de la seguridad o del peligro.
La naturaleza emite sonidos que se trasmiten por el aire a una velocidad de 340 metros por segundo, algo más de 1200 kilómetros por hora y la frecuencia de onda audible es entre 20 y 20.000 herzios y la presión que ejercen los sonidos sobre el oído se mide en decibles que van de cero a 130 unidades.
Una conversación normal suele tener entre 40 y 80 decibeles, ruido de autos en movimiento entre 50 y 90 decibeles, música en audífonos, 70 a 100 decibeles, conciertos de rock hasta 130 decibeles, martillo neumático y discotecas, 110 decibles, motosierra y una orquesta sinfónica 110 decibeles.
Por debajo de los 45 decibeles se considera zona de bienestar acústico, a partir de 55 decibeles, dependiendo del grado de fatiga que el oído tenga, comienza a ser molesto, cuando se superan los 85 decibles comienza a ser nocivo de acuerdo sobre todo al tiempo de exposición lo que puede generar daños acumulativos alterando el nivel de percepción de los sonidos hasta terminar en una sordera nivel variable hasta sordera total.
El silencio a un oído fatigado le trae al cerebro una sensación de paz, de bienestar de tranquilidad, por eso es necesario un equilibrio como en cualquier otro órgano, mucho de lo mismo es demasiado y permanecer en forma continuada expuesto a ruidos de diversa potencia altera el bienestar y la capacidad de introspección.
Por todo esto que se reclama silencio en centros hospitalarios, lugares de descanso, durante el sueño.
Las ciudades por sus interacciones múltiples y por la multiplicidad de actividades, el tránsito de vehículos generan un ruido constante que satura la capacidad de los oídos y satura la tolerancia, ni que hablar de los parlantes, los conciertos multitudinarios, el interior de ciertas fábricas lo que hace que cuando un individuo habitante de una ciudad se traslada al campo rodeado de naturaleza, sienta una agradable sensación de paz por la ausencia de sonidos o apenas el trinar de los pájaros que son los sonidos naturales de la naturaleza.
Los sonidos que superan los niveles de tolerancia generan ambientes insalubres que además de afectar al oído como órgano, contribuyen a alterar las emociones y el estado de equilibrio e incluso la relación entre personas.
En nuestro país, el 10 de diciembre de 2004 se votó en el Parlamento la ley 17.852 que regula la contaminación acústica con el fin contribuir a la regulación de los ruidos molestos que tanto daño generan a las personas que viven en áreas muy pobladas y que se ven sometidos al cúmulo sostenidos de ruidos para asegurar áreas pobladas un ambiente saludable y respecto estricto de las horas de descanso.