sábado 27 de abril, 2024
  • 8 am

La grieta

Fulvio Gutiérrez
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Fulvio Gutiérrez

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Dr. Fulvio Gutiérrez
Hay un porcentaje de uruguayos, que tienen un irrefrenable deseo de copiar todo lo que se dice, se habla o se escribe en la Argentina. Bastó que hace varios años, el conocido periodista argentino Jorge Lanata denominara “grieta” a las diferencias políticas, sociales, culturales, económicas, que existen en aquel país, para que la idea se desparramara por todos los medios y se enquistara en el pensamiento mismo de los argentinos, para terminar anclando en el Uruguay.
La “grieta” en principio –diccionario mediante- es todo lo que divide a algo, en este caso a la sociedad. Ahora bien; ¿cualquier diferencia social es una “grieta”. Por supuesto que no. Porque si así lo entendiéramos, entonces todo sistema de gobierno democrático, vive en una permanente grieta. No olvidemos que la esencia de la democracia es la tolerancia entre las más diversas posiciones políticas, sociales y económicas, la libertad para expresarlas y la posibilidad de llegar a conclusiones o acuerdos que en definitiva, limen precisamente esas diferencias. Es que el objetivo de la política en general no debe ser eliminar los polos de la discusión, sino más bien, canalizarlos y resolverlos dentro de las estructuras de la democracia. La “grieta” precisamente, busca lo contrario.
En un análisis muy simplista, la “grieta” necesita dos partes, con ideas encontradas: en principio, el gobierno y la oposición. Ella es el resultado de la acción constante de gobiernos, partidos políticos, referentes ideo#ló#gi#cos, grupos de seguidores, sindicalistas fa#ná#ti#cos y militantes, que quieren o necesitan producir una rup#tura, una escisión en la ciudadanía que debe elegir algo. Surgen como dos fuerzas opuestas que descartan todo tipo de reconciliación porque en definitiva, es la decisión de unos pocos de querer imponer su visión sobre otros a como dé lugar. Son fuerzas que no se escuchan entre sí, no tienen diálogo, viven del insulto y el agravio, no “se pueden ni ver” y menos entonces sentarse a una mesa a dialogar Y si aparece un acontecimiento de alta emocionalidad social (por ejemplo la pandemia), se avivan más aún las diferencias.
En Uruguay aún no llegamos a esto. Pero en ese camino vamos, porque de a poco van apareciendo situaciones de enfrentamiento que denotan una generalizada intolerancia mutua. Entonces aparece el odio, que es un elemento esencial, natural y necesario para que haya “grieta”. Quien no ve esto es ciego. Hay una parte de la oposición política, que hace todos los esfuerzos posibles para transformar una oposición totalmente legítima, en una “grieta”. Siente una necesidad de protagonismo que perdió cuando perdió la elección nacional, y entonces reitera cada vez más el concepto de oposición por oposición misma; viola conscientemente la emergencia sanitaria, sin importarle el peligro que ello supone; busca provocar al gobierno a través de manifestaciones sindicales sin sentido de oportunidad y lógica, acompañadas de manifestaciones callejeras donde lo que importa es hacer ruido y dificultar el tránsito; inventa “caceroleos” como forma de repulsa al gobierno; son violentistas y practican una continua agresión verbal y física contra las fuerzas del orden, buscando su reacción para luego aparecer como víctimas (la presencia de Irma Leites en Plaza Seregni tiene esa finalidad); reclaman por el Covid 19 cuarentena total, pero luego exigen una apertura general; el PIT-CNT ignora a los sindicatos policiales que lo integran, los ningunea y ni siquiera los consulta; pretende utilizar procedimientos jurídicos formalmente correctos, con contenidos espurios. En fin, se han transformado en una permanente e irresponsable fuente de provocación. Está claro que una parte minoritaria de la oposición frentista, busca que las diferencias con el gobierno se transformen en una “grieta”.