sábado 27 de abril, 2024
  • 8 am

Lo político y lo científico

Fulvio Gutiérrez
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Fulvio Gutiérrez

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Dr. Fulvio Gutiérrez
Tal vez una de las más importantes decisiones que tomó el Presidente Lacalle Pou, cuando apenas asumió el cargo en el mes de marzo pasado, fue recurrir a científicos uruguayos para poder conocer el problema, valorar las opciones y priorizar las decisiones que se debían tomar por la llegada de la pandemia del Covid 19.
Fue una decisión honesta, profesional, un reconocimiento claro de que defender al país y su gente de una pandemia inédita, no estaba dentro de sus cálculos ni los de nadie. La decisión partía de una definición de los roles que tendrían los científicos, y el rol que le cabía al gobierno. Los científicos asesoran, aconsejan, sugieren; pero quien toma las decisiones políticas, es el gobierno. Esto es, una cosa es la ciencia y otra la política. Ambas son distintas, más allá que en estas circunstancia, una sea tan necesaria como la otra. Los científicos integrantes del GACH comprendieron sus roles, aceptando entonces que su saber científico no implica saber político, y lo señalaron en más de una oportunidad. Está claro, que las virtudes del político parecen incompatibles con las cualidades del hombre de ciencia. Sin embargo la interrelación entre ambos favorece un comportamiento racional y aumenta las probabilidades de conseguir las metas que el político se propone. Esto la oposición no lo entendió.
Y cuando esta combinación de esfuerzos entre los científicos y el gobierno, comenzó a dar resultados positivos, Uruguay se transformó en un ejemplo de buen manejo de la pandemia, siendo calificado por el Instituto Lowy de Sidney, Australia, en el puesto 12, entre 99 países de todo el mundo, y en el primer puesto entre los países americanos, y recibiendo el reconocimiento del Banco Mundial y de la CEPAL, que destacaron la rápida respuesta en el trabajo conjunto de la ciencia con el gobierno.
¿Acaso el gobierno uruguayo siguió a “rajatabla” las sugerencias del GACH? No. Las priorizó, aceptó algunas y otras no, y aceptó los consejos teniendo en cuenta los tiempos políticos. Así se fueron dando buenos resultados pese a la relatividad de sus eficacias inmediatas. Se recurrió a un viejo consejero que las personas siempre deben tener en cuenta: la paciencia. En lo personal, me recordó la frase de Napoleón a su ayuda de cámara: “vísteme despacio que estoy apurado”.
Entonces la oposición se enojó. Y en estos casos, como en el boxeo, “el que se calienta, pierde”. Había perdido protagonismo y eso la descolocó pues estaba acostumbrada a tener “prensa”. Exigió medidas que el gobierno no aceptó; manejó el absurdo de la cuarentena obligatoria; pretendió reducir la movilidad a las actividades esenciales, y ahora Yamandú Orsi desautoriza a su partido diciendo que éste, es el peor de los momentos para restringir la movilidad. Después reclamó la urgente compra de vacunas y cuando el gobierno señaló que ya se había acordado su llegada para el mes de marzo, insólitamente aparece una “encuesta” que dice que el 40% de la población no se vacunará. Cuando el gobierno dispone qué sector de la población tendrá prioridad en la vacunación, diversos gremios reclaman ingresar a esa prioridad; cuando el gobierno dispone comprar “ultra-freezers” para la vacuna de Pfizer, cuestionan que son muy caros. Luego llamaron al Ministro de Salud Pública a la Comisión de Salud del Senado (creo que por tercera vez), para que les dé detalles sobre precio y condiciones de compra de las vacunas, pese a que el Presidente había dicho en una de sus conferencias de prensa, que una cláusula de confidencialidad impedía revelar detalles del acuerdo. Ahora vuelven a llamarlo para saber por qué los test de Covid 19 que se hacen diariamente, ¡siguen estancados! La oposición da manotazos de ahogado, y como no tiene timonel, salta de un lado para otro. Está errando el camino, y en algunos casos, está haciendo el ridículo. Pero lo que es peor, está actuando en contra de los superiores intereses del país en un momento tan delicado.