viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

Sucios en su propio estiércol

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Por el Esc.
Gustavo Varela.
Esta semana que viene culminando nos trajo sucesos impensados, aunque no aislados, que no serán los últimos que veremos hacia adelante, lamentablemente.
Dichos sucesos muestran claramente que unos pocos se creen con derecho de poder hacer cualquier cosa, ante la pasividad de muchos.
El domingo pasado se desarrolló el Congreso del Pit-Cnt, donde la central de trabajadores se dispuso a nombrar nuevo presidente.
En el mismo, un grupo minoritario, un sindicato afiliado a dicha central, presenta una moción para que el congreso expulse de sus filas al sindicato de la policía, con el argumento de que los mismos «reprimieron» a «compañeros que estaban juntando firmas» contra la LUC, y que reprimen en «barrios periféricos» y hostigan «las diversas manifestaciones públicas» del movimiento de trabajadores, según lo informado, puesto a votación, no se configuró, porque la misma alcanzó el 30 % de la votación.
Es justo reconocer que una mayoría significativa se opuso a tan alocada «moción», que trasunta la peculiar manera de pensar de un sector extremista de la izquierda nacional, que pretende que los funcionarios públicos que tienen que cuidar el orden de nuestro País, estén al servicio de elementos reaccionarios, que se creen con derecho a llevar todo por delante.
La mayoría se opuso, sí, pero no se escucharon voces condenatorias de tal actitud, ni en el congreso, ni hasta el día de hoy. Se hostiga a los funcionarios policiales a no cumplir con el deber de mantener el orden público. Un dislate total.
Como tampoco se escucharon voces en contra, aunque sí aplausos a favor por las palabras de un ignoto sindicalista argentino, que reclamó a viva voz que se saque a la fuerza al presidente de la república, con lo que se agrega una segunda perlita a la semana.
Y por último, para redondear la semana, vemos como en el concurso de admisión de carnaval de Montevideo, una «murga compañera» de izquierda, se mofa de la muerte de Jorge Larrañaga, sin que ninguna voz, ni del carnaval, ni de las murgas, ni del Frente Amplio, salga a repudiar tamaña ordinariez. Hoy viernes, día que escribo la columna, se siente un silencio atroz con referencia al tema, diría que es una especie de «omertá» de la izquierda, que asusta por la insensibilidad.
Censurable actitud de gente que no tiene el más mínimo respeto de las elementales normas de convivencia pacífica.
Recordemos que esa irreverencia no es la primera vez que la escuchamos.
Un jerarca de la Intendencia de Salto, de los cuadros del Partido Comunista, «festejó» la muerte del Dr. Jorge Batlle, sin que las más altas autoridades locales del Frente Amplio, ni del gobierno departamental, se escuchara repudio alguno.
Andando y conociendo.
Lamentablemente, vemos como se intensifica la escalada de confrontación que ya había sido advertido por Lucía Topolansky antes de las elecciones, y corroborado por el novel secretario general del Pit-Cnt Joselo López hace algunos días.
La confrontación, como elemento distorsionante de la paz social.
Pocos argumentos, pero mucho bochinche.
Esa minoría virulenta, que condiciona a la fuerza política de izquierda, que no tiene argumentos para enfrentar un gobierno moderno, que intenta y se esfuerza en llevar a buen puerto al país, es una luz de alerta, que nos va mostrando lo que podemos esperar en caso de que obtengan el triunfo.
Es la mejor muestra de lo que pueden ser capaces si logran el objetivo de triunfar.
Apelamos a que la mayoría de esa fuerza política, que está inmersa en un gran silencio, en un silencio cómplice, aunque no lo expresen, sea digna del futuro de este hermoso país.
Nos gustaría que se sumen a censurar, no a la libertad de expresión, como alguien sugirió en un comunicado que defendía el «sentido de humor» de la murga que se reía de la muerte de Larrañaga, sino de estas prácticas que las vemos avanzar permanentemente sobre la convivencia pacífica de la sociedad.
¡Así empezaron las aventuras setentistas!
El silencio cómplice puede ser peligroso.
Por eso: ¡HAY ORDEN DE NO ALFOJAR!