viernes 26 de abril, 2024
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La mano abierta al prójimo

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Muchas veces uno cree que está dando de sí lo que está a su alcance y cuando vemos ejemplos de entrega, nos damos cuenta que no hacemos nada, que no damos ni un poco de lo que podríamos hacer por los demás, ya que el apego, el egoísmo, nos enceguece y no nos deja ver más allá de nuestra nariz, pero lo triste es que veníamos convencidos de lo bueno que veníamos actuando.
Voy a ir a ejemplos: Juan Andrés Verde y mi hermano Martín. Ambos en forma silenciosa, de entrega personal, convencidos de que es parte de sus vidas la que se da. Los dos creen que aún tienen mucho por dar, en su entrega al prójimo, sin nombre ni apellido, pero que son parte del pedido que nos hace Cristo, de amar al prójimo como a uno mismo. Entrega de verdaderos cristianos y no de seudos-cristianos, como la que uno hace, que muchas veces buscan el reconocimiento, el aplauso y las cámaras, en pocas palabras: alimentar nuestro propio ego. Miren que estoy muy convencido que no son los únicos que son capaces de dar parte de su creencias, de ser verdaderos cristianos, y que le cueste y les duelas, es decir que creen en lo que hacen, y dan su vida por los otros, dado que creen y están convencidos en lo que hacen.
Cristo nos pide que seamos sencillos, humildes y capaces de dar a mano abierta, sin mirar quien es, como es y donde vive, al contrario se tiene que mejorar su forma de vida sin importar ni como y donde están. Dice Jesús el Evangelio que Sacarías era muy bajo y quería ver a Jesús, era un deseo muy fuerte pero la gente no le permitía verlo. No tiene mejor idea que subirse a un árbol y desde ahí lo podría ver y al hacerlo se cumple su deseo. Jesús levanta la vista y lo ve pidiendo que se baje y que esa noche va a ir a cenar a su casa y lo hace, dándole una gran alegría, cumpliendo con dos cosas: su palaba y las ganas de Sacaría. Muchas veces no importa “el árbol” ni su tamaño, forma o especie, es simplemente un árbol que permite cumplir con: las ganas, dejar de lado su tamaño, poder ver lo que se desea. Tenemos que ubicar al ser humano como Sacarías, el árbol es nuestro prójimo, es ese ser humano que vive conmigo, que me permite ver a Cristo a mi lado, al cual le puedo ayudar sin importarme quien es, sin mirar si necesita algo de mí, que me encuentra con las manos abiertas, dispuestas a dársela a quien las necesita sin esperar que me las pida, es el árbol de nuestras realizaciones al cuál tenemos que darle lo que busca en otro y nosotros lo podemos dar sin esperar que lo pidan.
Es muy capaz de ser reiterativo en muchas palabras, en la forma de escribir pero es la forma que se me entienda y de explicar lo que siento, ya que muchas veces me encuentran con las manos cerradas o por la forma de ver como uno vive, nos es más fácil que nos encuentran con las manos cerradas, apretadas ya que es más fácil decir que NO antes que un SI. Pero soy así, me cuesta ver a Jesús en el otro ser humano, por más que me suba a un árbol no veo lo que tendría que ver. Creo que no es necesario decir que NO antes que un SI. Pero soy así, me cuesta ver a Jesús en el otro ser humano, por más que me suba a un árbol no veo lo que tendría que ver. Creo que no es necesario decir que soy “ciego” (cuando quiero) y negado para muchas cosas ya que me es más fácil.